Plaza Bolívar: el ‘plan’ dominical para muchos

HÉLMER PARRA - EL NUEVO DÍA
Desde 1912 cuando la Plaza Bolívar empezó a ser remodelada para dejar de ser la plaza de mercado, se ha convertido en el sitio predilecto de visitantes e ibaguereños para pasar un domingo con sus seres queridos.

Aunque muchas personas planean pasar sus domingos en centros vacacionales, centros comerciales o viendo películas en casa o en un cinema, lo que no pasa de moda es la tradición de pasar una tarde en la Plaza Bolívar, una tarde familiar con los hijos, con la novia, o para sentarse en el prado a leer.

Y es que un domingo desde que asoman los primeros rayos del sol en este parque situado en pleno corazón de Ibagué, la vida se transforma, pasa de la oscuridad a formar un colorido con sus árboles, arbustos, ornatos y las primeras personas que cruzan por el sitio, muchos a recibir la misa en la Catedral.

Las campanadas del mayor templo del catolicismo anuncian la primera misa del día, jóvenes y personas de edad llegan a recibir las palabras escritas en la Biblia, y tras salir de la misa, cuando ya empiezan a transitar algunos vehículos, reciben también el calor matinal, avisando el día soleado que tendrá la Capital Musical.

Y como entre semana, el centro de la ciudad va quedando solo, la mayoría de personas vuelven a sus casas o a restaurantes a tomar el almuerzo; otras familias acuden a recibir la tercera homilía de la mañana en la Catedral Inmaculada Concepción.

Entre risas y ventas

Hace más de 100 años, antes de 1910, la Plaza Bolívar, según la historia, era conocida como la Plaza de las Toldas, era el centro de acopio de la ciudad donde llegaban campesinos de las diferentes veredas de la naciente capital tolimense.

Agricultores de El Salado, Ambalá, San Bernardo y otras fincas aledañas a la naciente San Bonifacio de las Lanzas bajaban a ofrecer sus productos cosechados en las montañas que encierran a Ibagué; sus compradores, usaban ruana, debido al frío que para la época reinaba en la pequeña urbe.

Más adelante fue puesto un pozo desde donde los habitantes se abastecían del preciado líquido, fuente que con el paso de los años dio lugar a las piletas que hoy adornan la Plaza y donde reposan las esculturas denominadas ‘Los Hijos de Júpiter’.

Hoy, los pequeños árboles han crecido, sobrevive la ceiba que está frente a la ‘Casa de Arcos’ (almacén El Cáliz), donde durmió por unos días el libertador Simón Bolívar.

Conforme pasan las horas, van llegando los primeros vendedores informales que se instalan en los alrededores esperando a sus clientes; también llegan los fotógrafos que no guardan sus cámaras y se niegan a ser desplazados por la tecnología.

“Llevo casi toda la vida trabajando en la Plaza Bolívar y tomando fotos en eventos sociales y aunque hay gente que llega con sus celulares a tomarse fotos, hay muchos que prefieren llevarse un buen recuerdo, una imagen para guardar en sus álbumes.

“Nosotros entregamos la imagen en buen papel y rotulada, con fecha para recordar ese momento especial”, indico el fotógrafo José Salas.

También llegan los dueños de los carritos infantiles para pasear a los niños, la chiva que le da varias vueltas a los menores alrededor del parque; el vendedor de helados, paletas.

Frente a la Alcaldía Municipal, empieza a aparecer el humo que se forma por la señora que enciende el carbón para asar las mazorcas, los chorizos con papa y las arepas.

Poco a poco van llegando las familias con sus hijos, la mayoría de niños hacen fila en el rodadero del pequeño parque instalado por la administración municipal, otros se resisten a bajarse de los columpios y del sube y baja, y los que se bajan, es porque quieren probar un helado o corretear detrás de las pocas palomas que allí siguen. La algarabía se extiende hasta llegada las 7 de la noche, ya la mayoría de heladeros han hecho la venta del día, la señora de las mazorcas ha extinguido una vez más las brasas del asador, los carritos y la chiva van desfilando por la carrera Tercera para ser guardados y sin luz solar, los fotógrafos también se marchan del sitio. 

Hasta el otro fin de semana

Los pocos vendedores informales se desplazan hacia la entrada de la catedral a la espera de los devotos que salen de la quinta y última eucaristía del día y de algunos transeúntes que se dirigen hacia sus casas, algunos para los tradicionales barrios de Ibagué como La Pola, El Libertador y Belén.

La escultura de Simón Bolívar va quedando sola, luego de la ‘compañía’ de quienes llegan a tomarse una foto ante el libertador que desde hace un año recuperó su espada; lo que muchos extrañan es el canto de los periquitos que antes de la remodelación del parque, iniciando el milenio, empezaron a emigrar debido a algunos árboles que fueron talados.

Credito
ANTONIO GUZMÁN OLIVEROS

Comentarios