En Carrizal quieren tener una mejor vida

SUMINISTRADA - EL NUEVO DÍA
Si algo han esperado en los últimos días los habitantes de Carrizal, vereda polvorienta y calurosa ubicada entre Segovia y Remedios, muy cerca al Sur de Bolívar, es que ser testigos de la dejación de armas de las Farc pueda cambiarles la vida.

Los 486 habitantes de Carrizal tienen la esperanza puesta en que el Gobierno nacional les tienda la mano y, por lo menos, las mismas condiciones en las que vivirán las Farc en la zona veredal se queden en Carrizal una vez se desmovilicen los guerrilleros.

De acuerdo con Carlos Córdoba, gerente de las Zonas Veredales, estos espacios estarán dotados con comodidades que normalmente en la selva los guerrilleros no tenían y tampoco tiene la comunidad: un puesto de salud con un médico y una enfermera, biblioteca, una cancha y condiciones básicas de salubridad. La cocina y los baños serán compartidos.

Los carrizaleños ven con recelo que mientras ellos están acostumbrados a vivir sin agua potable, alcantarillado o energía eléctrica y mucho menos un centro de salud, muy cerca el Estado invierta en los insurgentes y a ellos los tenga en el mismo abandono al que han sido sometidos desde que existen.

“Si cuando los guerrilleros se vayan el Gobierno no ha electrificado la vereda, estaríamos dispuestos a no dejar salir las plantas”, aseguró una mujer de Carrizal en una conversación esporádica con el equipo periodístico de El Colombiano.

En ese mismo espacio otro campesino, dueño de una pequeña parcela en la que siembra yuca, dijo que “a nadie se le puede olvidar que nosotros también somos colombianos”.

Los habitantes llevan años esperando que los conecten a la red eléctrica, las veredas a media hora de distancia ya la tienen, y ellos cumplieron con su parte de cambiar los techos de sus viviendas, algunos de plástico y otros de paja, por tejas de zinc, una de las condiciones para tal fin.

El Colombiano estuvo en la zona en junio pasado, y tras la visita realizada esta semana, pudo constatar que las condiciones en las que viven en esa comunidad no han cambiado: siguen consumiendo agua contaminada con mercurio, se bañan en la quebrada y ahí mismo lavan su ropa. La fiebre del oro y la deforestación está acabando con las pocas fuentes hídricas que les quedan. Ya todas las casas tienen techo de zinc porque quieren tener luz todo el día, y quienes tienen plantas de gasolina compran cada litro del combustible a tres mil pesos, lo que les da energía para una hora.

Las Farc anhelan el cambio

Volver a la vida civil es algo que todavía los guerrilleros de las Farc no dimensionan. Los años en el monte y en la guerra han hecho que olviden cómo se vive una vida normal.

“Yo, particularmente, llevo 28 años en las Farc y ya no recuerdo qué es tener mi propia pieza, decorada a mi gusto, un espacio que yo sepa que es solo mío”, ejemplifica Teófilo, un guerrillero que se fue a combatir en las Farc después de huir de Medellín porque estaban matando a sus amigos de la Juventud Comunista. Llegó a Segovia y le tocó la masacre de los líderes políticos de izquierda.

“No tuve opción, me vine para el frente Cuatro de las Farc”, declara.

Teófilo es uno de los 200 guerrilleros de la Unidad Central del Bloque Magdalena Medio que llegaron el pasado martes a Carrizal para iniciar su proceso de reincorporación. Los guerrilleros, tan pronto entraron, armaron sus caletas bajo los árboles al borde de una carretera polvorienta, que comunica a Carrizal con la vereda Lejanías.

Los cuatro frentes de las Farc que conforman esta unidad (Cuatro, 24, 35 y 37) estaban ubicados en dos puntos de preagrupamiento que ya contaban con las condiciones adecuadas para lo que ellos llaman una vida digna; ahora deben empezar de cero.

“El polvo es muy duro para nosotros, que estamos más acostumbrados a la montaña húmeda”, cuenta una de las guerrilleras mientras a punta de pala organiza un espacio de casi dos metros cuadrados para adecuar su dormitorio, que por los próximos días no tendrá sino una colchoneta sobre un tendido de madera cortada en la zona, una lona camuflada que cubrirá la cama y hará las veces de un techo, y un palo incrustado al piso para que pueda colgar algunos objetos personales y sostener el fusil que no dispara desde hace más de un año.

Si las promesas hechas a los guerrilleros se cumplen, en los próximos días el Gobierno hará la casa modelo, construida en materiales ligeros, para que los guerrilleros hagan, con esas mismas especificaciones, las demás; llegarán las cuatro plantas de energía y la planta potabilizadora de agua, y el mecanismo de monitoreo se instalará en la zona para quedarse de modo permanente, no como ahora, que viaja por momentos desde el pueblo.

El contrato para la construcción de la zona veredal de Carrizal solo fue firmado el 12 de enero, dijeron empleados del contratista. En ese momento inició el despliegue logístico hacia la vereda, pero las inhóspitas condiciones del terreno y las dificultades de la carretera -que recorre 82 kilómetros desde el parque de Segovia, por la que hay por lo menos tres puente hechos en madera podrida y obligaba al contratista a hacer transbordos de material a vehículos más livianos- han demorado el avance de las obras.

Así funcionan las zonas veredales

¿Los guerrilleros pueden salir de la zona veredal?

Según el acuerdo, pueden hacerlo con permiso del Mecanismo de Monitoreo y Verificación sin uniforme ni armas.

¿Qué ocurre si se presenta un enfrentamiento entre dos guerrilleros?

Debe ponerse en conocimiento del Mecanismo de Monitoreo y Verificación, que evaluará la situación y entregará un informe con las recomendaciones del caso.

¿Qué harán los guerrilleros mientras dejan las armas?

Serán cedulados por la Registraduría, ya que el 80% no tiene documento de identidad. El Sena los formará y les homologará saberes. La Universidad Nacional les hará el censo socioeconómico, con el fin de determinar sus condiciones.

Y el Comité de Reincorporación los formará para la reincorporación a la vida civil.

¿Por qué escogieron a Carrizal como zona veredal?

Alberto Cancharina, Cdte. del Bloque Magdalena Medio:

“Históricamente esta zona siempre fue nuestra, considerábamos que era el mejor sitio, y aunque teníamos unas propuestas con mejores condiciones, aquí nos sentimos seguros”.

¿Cómo están manejando las deserciones?

Alberto Cancharina: “Hemos tenido dos deserciones, hace ya varios meses, la idea es que nadie se desvincule, pero eso es normal en todo ejército”.

Mario Morales, Comandante del Frente 37:

“Lo que sí tenemos claro ahora es que eso no se puede quedar oculto, porque ya entregamos los listados al Gobierno, incluyendo los milicianos, y por todos ellos debemos responder”.

¿Tienen temores?

Alberto Cancharina: “Muchos; si se dan estas matazones, nosotros teniendo las armas, ¿qué pasará cuando las dejemos? El Gobierno se comprometió a acabar el paramilitarismo en estos seis meses”.

¿Y si el Gobierno no cumple?

Balmore Ortiz, Comandante del frente Cuatro:

“Es muy grave que cualquiera de las dos partes no cumpla, ante el pueblo colombiano y ante la comunidad internacional. No se cumpliría con la No Repetición, así que se repetiría la historia y si no somos nosotros, serán otros quienes alcen las armas”.

¿Estarían ustedes dispuestos a volver a las armas?

Mario Morales: “Esa no es una decisión que se pueda tomar de forma individual. La organización determinará colectivamente qué va a pasar en el momento indicado”. 

Balmore Ortíz: “Lo que sí tenemos muy claro es que el pueblo está cansado de la guerra, queremos que no haya necesidad, porque este proceso no se hizo porque estuviéramos acabados”.

¿Cuántos menores tienen?

Alberto Cancharina: “Siete menores de 18, ellos serán los primeros compañeros en salir de estas zonas”.

Credito
COLPRENSA

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