Los niños que la guerra se lleva

El gran número de asesinatos de niños, registrados en el marco del conflicto armado y como consecuencia de la violencia intrafamiliar, convirtieron a Colombia en uno de los países más peligrosos para los pequeños.

En Colombia, el conflicto armado no tuvo consideraciones cuando de víctimas se trató. De este modo 8’794.542 hombres, mujeres, adolescentes, niños y niñas quedaron en medio del fuego cruzado de una guerra que tardó más de cinco décadas en acabarse.

Y aunque el desarme del grupo guerrillero más antiguo de la historia trajo consigo la disminución de los hechos violentos en las regiones más apartadas del país, la guerra en contra de los más pequeños e inocentes parece seguir vigente y con una tendencia que va en aumento.

Así lo revela el más reciente informe de Save the Children, en el cual señala que en el país, “más de 400.000 niños y niñas menores de 5 años se han visto afectados por hechos relacionados con el conflicto armado como el desplazamiento, actos terroristas, reclutamiento forzado, entre otros”.

Pero la mayor preocupación sale a flote con una cifra que revela las falencias de un Estado y una sociedad, que como garantes de los derechos de los niños, no vela por su seguridad de manera adecuada: 2.271 menores fueron asesinados en medio de la guerra.

Si bien el informe subraya que “de no haber vivido en zonas afectadas por conflictos, es probable que no hubieran muerto”, se deben tener en cuenta otros factores que actualmente, incluso con la existencia de un acuerdo de paz, han convertido a los pequeños en objeto de violencia y asesinatos.

 

La nueva guerra que mata

La falta de oportunidades por parte del Estado, la pobreza y la no garantía de derechos básicos como el acceso a la salud, alimentación, educación, seguridad y agua, hacen parte de una guerra que también cobra la vida de cientos de niños, niñas y adolescentes.

Es entonces cuando la presencia de bandas criminales se enfoca en reclutarlos y sumergirlos en un mundo de agresiones, donde las guerras entre pandillas, el microtráfico y la delincuencia hacen que las cifras de asesinatos de menores aumente en las regiones.

“Aunque ya no están las Farc, hay otros grupos armados que quieren controlar el territorio y generan consecuencias muy graves como la muerte de estos niños. Si bien la principal responsabilidad es del Estado, es también de todos nosotros que, como sociedad, no le hacemos frente a esta dura realidad”, explicó María Paola Martínez, directora ejecutiva de Save the Children Colombia.

Pero el problema es más complejo de lo que parece a simple a vista, porque si no es el Estado, la sociedad y la misma familia la encargada de proteger a los más vulnerables y sobre quienes pesa el futuro de todo un país, la gran pregunta que surge es: ¿quién lo hará?

Y mientras las entidades públicas se escudan en discursos en los que priorizan la defensa de los derechos de los niños, pero que carecen de acciones concretas que los respalden, un nuevo ‘villano’ toma fuerza y apaga la luz de otros cientos de menores.

 

El hogar: un enemigo mortal

No solo la guerra es la culpable de las vidas inocentes que se han ‘fugado’ en el país, pues la violencia contra los pequeños se manifiesta de diferentes formas, empezando en el hogar y la familia.

Solo en 2017, un total de 775 niños fueron asesinados y Save the Children asegura que la tendencia va en aumento, por lo que el panorama es devastador.

Especialmente porque en la mayoría de los casos, alguno de los miembros de la familia o allegados fue el victimario.

Pero, ¿qué pasa dentro del círculo familiar para que la violencia concluya en el asesinato de un niño?

Para Luz Edith Orduz Cuadros, psicóloga de los programas de protección a menores del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, Icbf, este fenómeno tiene varias ramificaciones que son complejas.

“Los factores pueden ir desde la parte económica, donde los adultos toman decisiones, como la madre que se suicidó y creía que esa forma de actuar era la mejor para su hijo; también está la parte sentimental donde alguno de los padres usa al niño para convertirlo en objeto de venganza contra su pareja y los violenta; la misma personalidad, que puede hacer que un momento de enojo e ira termine en un hecho fatal, e incluso trastornos como la esquizofrenia u otras patologías”, explicó la experta.

Pese a que la violencia intrafamiliar no es un hecho nuevo, pues lamentablemente muchos de los actuales adultos fueron víctimas de ella y dichas agresiones quedaron en la impunidad, sus consecuencias son altamente destructivas.

“Muchos de los agresores vienen de una dinámica familiar violenta donde también fueron maltratados y ahora se sienten en una posición en la que son ellos los que tienen el poder y lo ejercen sobre los niños. Entonces empiezan con gritos, empujones, golpes con objetos y así va aumentando paulatinamente hasta terminar incluso en fracturas o en el asesinato”, agregó Orduz Cuadros.

Entonces, lo anterior podría generar un círculo vicioso, pues el menor maltratado, de no ser atendido psicológicamente, podría repetir el ciclo y “aceptar” la violencia como una forma de crianza.

Por ello, es importante hacer especial énfasis en la necesidad de que los maestros, amigos, familiares y la sociedad en general, preste atención a las señales que indican que un menor es víctima de la violencia. Con ello, muchas vidas inocentes se salvarían, pues todo asesinato inicia con pequeñas agresiones.

“Los agresores son inteligentes, saben en dónde golpear para que no queden marcas y si aparecen moretones, tienen la capacidad de infundir miedo para que los niños no hablen. La figura de los padres, así sean maltratadores, representa seguridad para el hijo, por eso siempre será manipulado. Pero hay cambios en su comportamiento que hacen evidente que son víctimas de maltrato. Es responsabilidad de todos garantizar sus derechos”.

 

Una falla social

 Muchas veces la violencia pasa frente a los ojos de la sociedad sin que esta tome acciones al respecto por el miedo a intervenir en un conflicto ajeno. No obstante, las vidas de cientos de niños se pudieron salvar si alguien hubiese intervenido a tiempo.

Pero este tipo de indiferencia ante actos de violencia que se han ‘normalizado’ son el reflejo de una gran falla social.

“Hay múltiples hechos que hacen que los adultos conviertan a los niños en víctimas y esto no es nuevo. Yo diría que uno de los grandes factores tiene que ver con la ruptura en la capacidad de protección de los más vulnerables. Se necesita de una estrategia que vaya más allá del sector familiar, tiene que ser económica, social, afectiva y política. Así como sabemos que es un problema que tiene muchas raíces, la solución también debe provenir de diversos sectores”, indicó la socióloga Ledis Bohórquez Farfán.

De este modo, con una intervención oportuna por parte del Estado colombiano y con la toma de responsabilidad de la sociedad, los niños, en gran parte, dejarán de ser víctimas de asesinato y los jóvenes contarán con mejores oportunidades que los ayudarán a alejarse de círculos de violencia callejera.

“En este momento la familia se convirtió en un lugar de riesgo para los niños, todos, como sociedad, tenemos responsabilidad”.

 

Cifra

420 millones de niños y niñas, casi una quinta parte de la población infantil mundial, viven en zonas de conflicto, lo que representa casi 30 millones de niños y niñas más que en 2016.

Credito
VALESCA ALVARADO RÍOS

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