Desarrollo histórico y luchas populares: Ibagué en la primera mitad del siglo XX

El libro Desarrollo histórico y luchas populares: Ibagué en la primera mitad del siglo XX ambienta la Capital Musical de esas épocas, Jaramillo relata que para la fecha del 9 de abril de 1948:

“(…) la ciudad cuenta con unos 35.000 habitantes, distribuidos en 16 barrios. Población que se recoge en 5.500 edificaciones, de las que 5.000 son de un solo piso y solo cuatro de cinco pisos o más, correspondiendo estas últimas a las iglesias de la ciudad. De ellas, el 16 % aún conserva sus pisos en tierra y el 63% está construido en bahareque y adobe. La teja de barro cubre el 48%, en tanto que el zinc lo hace en el 36% y la paja y otros materiales en el 16%. Estos datos nos muestran una ciudad que, desde el punto de vista arquitectónico, está dominada por construcciones que no se alzan más de seis metros del piso, casi todas ellas construidas en el transcurso del siglo XIX. Sus edificios públicos, aunque hermosos, se distinguen por la sobriedad de sus dimensiones y materiales, así como por el recatado uso de la ornamentación. Son un reflejo fiel de la estrechez de recursos.”

“(…) Salones tales como el Café Estambul, Casa Blanca, Puerto Arturo, las Rosas de la Tarde, el Prado, el Manguito y Puerto Nuevo, son los sitios de mayor concurrencia. Como es de esperarse, a estos lugares se ligan una serie de mujeres que son quienes, en últimas, alegran la vida de los salones y la de sus amigos de ocasión, mujeres cuyos nombres se conservan en la memoria popular como el de la Negra Emilia, conocida también con el remoquete de La Espada, debido a su elevada estatura y muy seguramente a su alabada flexibilidad; el de Las Pelachivas, por ser oriundas del Espinal; y el de la 9/16, en referencia a la llave de mecánica conocida porque casa en casi todas las tuercas.”

En otro pasaje, el autor comenta la manera especial cómo en Ibagué, a pesar de la enemistad política de liberales y conservadores, unos ayudaron a otros en medio de la violencia desatada durante los hechos trágicos de aquel día, apelando a lazos de amistad más profundos:

“(…) Mientras la puerta de la casa cede a los golpes de la enfurecida multitud, Dávila Tello busca su salvación pasando por el patio trasero a la propiedad de Lucena Bonilla, cuya casa en esos mismos instantes hierve de enardecidos gaitanistas. La acción de Dávila Tello coincide con el interés de la esposa de Lucena Bonilla, Maruja Quevedo, quien se moviliza por el solar de su casa con la intención de prestar ayuda a la familia Dávila; allí, de manos a boca, se encuentra a su asustado vecino a quien le ofrece su ayuda. El doctor Dávila es conducido por ella a una pieza situada en el mismo patio y utilizada para guardar trebejos, allí le da excusas por el lugar que le ofrece diciéndole, para mayor pánico de su protegido, que le va a poner candado a la pieza a fin de evitar que algún curioso lo descubra, lo que podría ser su sentencia de muerte.

El hecho solo es conocido por Lucena después de su regreso de la zona de La Hoyada y Miramar donde se hallaba movilizando gentes y organizando a los ferrocarrileros y carreteros que allí viven. Conocedor del hecho, Lucena, acompañado de su esposa y revólver en mano, se dirige hacia donde se encuentra Dávila, a quien le dice, ante el visible temor de este, uno de sus más enconados contradictores políticos: “Doctor, esta es su casa y yo le hago respetar su vida” y le indica que no considera prudente moverlo del incómodo lugar en que se halla dado que su casa está colmada de gentes enardecidas. Le ofrece traerle comida y bebida, así como una silla cómoda.”

Credito
Carlos Eduardo Jaramillo

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