¿Quién quiere opinar?

De nuevo las arenas se mueven en el campo político ante la propuesta del expresidente Álvaro Uribe de pasar del Estado de derecho al Estado de opinión. Sin embargo, los expertos pronostican el inicio del totalitarismo y una nueva violencia.

Las propuestas polémicas por parte de algunos líderes políticos parecen inagotables y algunas de ellas podrían considerarse irracionales e incluso ser tomadas como un elemento mediático para llamar la atención de los colombianos y desviar el foco de los temas de importancia.

Así parece ocurrir con el expresidente Álvaro Uribe Vélez, quien una vez más trae a la mesa el debate de migrar de un Estado de derecho a un Estado de opinión, dejando en segundo plano el orden jurídico que actualmente rige al país, para darle paso a la posición de ‘la mayoría’.

Una iniciativa que intentó establecer por primera vez en 2005 y luego en 2009 en busca de un nuevo periodo en el poder presidencial.

Si bien no lo consiguió y los expertos aseguran que nunca lo hará, pues es una propuesta inviable, son muchos los riesgos que se esconden detrás de ese deseo de abolir el sistema normativo e incursionar en la ‘era de las opiniones’ para la toma de decisiones de gran importancia, como por ejemplo el endurecimiento de las penas.

El fin de un Estado democrático, la manipulación de masas, la llegada del totalitarismo y la vulneración de los derechos de las minorías son algunos de los factores que más preocupan a los expertos dentro de esta propuesta.

 

Atentado a las minorías

Si bien el Uribismo justifica su iniciativa argumentando que por medio del Estado de opinión se le dará mayor fuerza ‘a la voz del pueblo’, la verdad es que la sociedad no está exenta de ser víctima de la manipulación.

“El mayor riesgo de migrar de un Estado de derecho a un Estado de opinión es caer en el totalitarismo. Si bien la voz del pueblo va a tomar una vigencia especial, no siempre es lo más adecuado porque podrían estar equivocados a la hora de tomar decisiones, podrían tener una visión distorsionada o falsa de los hechos”, indicó Julio Andrés Sampedro, decano de la Facultad de Derecho de la Universidad Javeriana.

Un ejemplo de lo que explica el experto fue lo que sucedió en el plebiscito de los acuerdos de paz, votados el pasado 2 de octubre de 2016, en donde ganó el “no” a raíz de una campaña de desinformación sobre lo que se pactaría con las Farc.

Ello, sumado al riesgo de cometer errores y promover la discriminación y la violencia contra las minorías y quienes opinen diferente.

“Esa idea no sería conveniente en un Estado como Colombia. El sistema democrático garantiza que la ley sea la que regule el comportamiento de todos y eso a su vez garantiza la igualdad, no deja de lado a las minorías. Además, entraríamos en el riesgo de aprobar condenas que terminen afectando a inocentes y nadie podría garantizar sus derechos porque no habría garantes”, agregó Sampedro.

 

Manipulación de masas, ¿la clave del éxito?

Aunque el actual sistema de leyes que rige a Colombia tiene evidentes falencias, cumple con su función de proteger los derechos de los ciudadanos.

Y si bien el deseo de implementar condenas más fuertes ante delitos reprochables, la manipulación de las emociones y de las masas se convierte en una herramienta peligrosa que podría conllevar a cometer graves errores.

Para Roberto Sancho Larrañaga, docente titular de la Facultad de Ciencias sociales, Humanidades y Artes de la Universidad Autónoma de Bucaramanga, Unab, es de vital importancia que la sociedad esté mínimamente informada sobre los hechos de mayor relevancia antes de emitir juicios sobre ellos.

“Un Estado de opinión parte del hecho de que la comunidad esté mínimamente informada. Entonces ya no se delega el voto a unas personas, ya sean los congresistas, senadores o instituciones, sino que se da paso a un Estado más participativo. El problema es partir de que exista una opinión pública bien informada y que las personas tengan un comportamiento crítico y autónomo a la hora de tomar decisiones y no que hayan sido inducidas por las ‘fake news’ o por la manipulación de sus emociones”, señaló el docente.

Entre tanto, destacó el papel que cumplirían los medios de comunicación y los líderes de masas, en caso de que existiera un Estado de opinión, pues serían los responsables de brindar información veraz y sin sesgos.

“Recordemos que Óscar Arias, premio Nobel de paz, advirtió sobre estos peligros de refrendar basados en una opinión pública que no esté lo suficientemente informada, sino inducida a dar su voto según la emotividad, ya sea la venganza o el odio. Él hablaba del ejemplo cuando se le preguntó a Costa Rica si quería firmar el Tratado de Libre Comercio, TLC, con Estados Unidos, y quienes hacían parte del debate no eran expertos, sino personas que usaban una retórica basada en miedos. Entonces, esto hace que las personas tomen decisiones de Estado basados en información falaz e insuficiente”, dijo Larrañaga.

 

¿Condenas cambiantes?

En consecuencia a esa posible manipulación de las masas, surge el riesgo de emitir condenas que posteriormente lleven al arrepentimiento de la sociedad.

Así lo explicó el abogado constitucionalista y analista político Gerardo Martínez, quien señaló que “uno de los grandes riesgos del Estado de opinión es que la opinión es un concepto cambiante y cada cual la expresa según diferentes factores diarios. Entonces, al aceptarlo estaríamos desechando la normatividad del derecho para pasar al Estado del capricho en donde se va a votar con sesgo y manipulación”.

Además, resaltó que esta propuesta generaría una nueva ola de violencia, pues de manera inmediata propiciaría la formación de dos frentes: uno a favor y otro en contra del tema que se debate.

“Las personas serían clasificadas como adversarios y partidarios, como héroes y villanos. Esta propuesta es la primera entrada al totalitarismo. Sería pasar de un Estado racional a uno emocional. Y no hay nada más cambiante que la opinión, ¿qué pasará entonces si se condena a muerte a una persona y a la semana siguiente se cambia de idea?, con el Estado de derecho se tienen leyes que rigen por igual para todos”, agregó Martínez.

Según el experto, el Uribismo insiste en esta propuesta porque es consciente del poder que tiene para mover masas a partir de emociones.

“El Uribismo ha demostrado que es muy hábil en la manipulación de emociones y la construcción de tendencias. Le teme al Estado de derecho porque, de alguna manera, las cortes han puesto la lupa sobre ellos para investigarlos”.

 

¿La era de las encuestas?

Una de las herramientas que tomaría fuerza ante la llegada de un Estado de opinión sería la encuesta, pues por medio de esta se podría conocer la opinión de las mayorías.

No obstante, los expertos indican que su aplicabilidad podría convertirse en un arma de doble filo, pues no habría garantes que certifiquen su transparencia.

“Las encuestas las ganan quienes las mandan a hacer. No podemos dejar que cada cosa que se quiera implementar sea aprobada o no, tomando como referencia los resultados de una encuesta”, señaló el analista Gerardo Martínez.

Además, en reiteradas ocasiones ha quedado demostrado que los resultados de esta herramienta no son los correctos, ni siempre reflejan la intención de la mayoría.

“Muchas veces ha quedado claro que las encuestas no funcionan, no se podrían tomar como referencia en un Estado de opinión”, añadió Julio Andrés Sampedro.

Credito
VALESCA ALVARADO RÍOS

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