La tecnología también se vive desde el arte

Aunque aún no se ha consolidado una tendencia que defina una nueva categoría en la que la tecnología es base de la producción artística, no está lejano el día en que esto suceda, como quedó claro en el Artbo.

El día en que nadie se sorprenda porque una muestra artística tiene como medio principal de producción estética a la tecnología, no debe estar muy lejos, a juzgar por algunas de las muestras que la semana pasada se vieron en el contexto de Artbo.

Uno de los artistas que más comentarios y críticas, positivas y negativas, recibió fue el mexicano Lozano-Hemmer, quien presentó obras elaboradas a partir de la captación del pulso cardíaco, los ojos y las huellas dactilares del público asistente a su sala de exposición.

La era tecnológica

Lozano-Hemmer comentó su trabajo y, entre otras cosas, dijo a medios sobre sus novedosas propuestas que “Ya no sabemos cómo sería la percepción de las cosas sin tener ocho horas diarias de computador; incluso, aunque no tengas contacto con las nuevas tecnologías, tu vida está relacionada con ellas”.

El artista mexicano declaró también ante los medios y la crítica en general que en realidad es Latinoamérica la región del mundo que ha estado, desde hace más de una década, a la vanguardia de la producción artística a partir de elementos o procesos tecnológicos, pero “por los estereotipos y el desconocimiento no se le da el crédito que merece”.

Y para sustentar aún más sus afirmaciones, hizo mención del inventor mexicano Guillermo González Camarena, quien habría hecho la patente de televisión en color del mundo, y de la argentina Marta Minujin, que fue la primera artista plástica que usó una cámara de vídeo para una obra, hace más de 40 años.

Obra exitosa

Lozano-Hemmer, con su muestra que combina arte, medicina y tecnología, tuvo alta notoriedad en la semana del Artbo, en la galería NC Arte de Bogotá. “Almacén de corazonadas” fue el nombre una de sus cuatro exposiciones que, como dijimos, requería de la participación del público para materializarse.

“Me gusta pensar que son plataformas para que el público se represente. El público forma parte de mi obra, el público completa y crea la obra”, dijo este artista que estudió para químico. Lo que necesita en esta obra son las pulsaciones de los corazones del público, que son medidas por sensores del mismo tipo que los que tienen los aparatos médicos y las máquinas de los gimnasios.

Cada uno de los 200 bombillos que cuelgan del techo de la sala de exposición se ilumina al ritmo del corazón de uno de los visitantes que han pasado por los sensores.

Otra de las obras, titulada “La medianoche del año”, hace un guiño a las representaciones barrocas de Santa Lucía, la patrona de los ciegos, que prefirió dejarse arrancar los ojos a renegar de su fe y en la imaginería católica es mostrada junto a un plato o bandeja con los dos globos oculares extraídos.

Los asistentes se miran en una pantalla conectada a un sistema de reconocimiento facial y, tras la extracción virtual de los ojos empieza a salir humo de sus cuencas vacías, mientras la mirada de cada uno queda almacenada en la parte inferior del dispositivo.

Otros proyectos

Entre los proyectos que Lozano-Hemmer tiene entre manos está el de sumar nuevos protagonistas a una obra que captó el respirar de la cantante cubana Omara Portuondo, una mujer de 83 años, “muy carismática y con un gran sentido del humor”.

La obra con Portuondo, que debió inspirar y expirar en una bolsa de papel como las que se usan en caso de un ataque de pánico, fue presentada en la bienal de Cuba y la idea es que se convierta en un homenaje a la cantante después de su muerte con el título de “El último suspiro”.

Credito
JUAN MARTÍNEZ MARTÍNEZ

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