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La temporada ciclista está suspendida al menos hasta finales de abril, fecha fijada la semana pasada por la Unión Ciclista Internacional (UCI), y no se disputará ninguna carrera del WorldTour, la élite del ciclismo, antes del 31 de mayo, primer día de la Dauphiné, carrera organizada por ASO, responsable del Tour de Francia, después de la suspensión del Giro de Italia, que iba a comenzar el 9 de mayo en Hungría y que fue uno de los primeros eventos deportivos en caer por la pandemia del coronavirus.
ASO, de momento, guarda silencio: “Esperamos que la situación, evidentemente en primer lugar por el bien del país, se solucionará antes”, se limitó a decir el director del Tour Christian Prudhomme, la semana pasada, insistiendo que aún quedaban tres meses para el inicio de la carrera.
Aunque el Tour de Francia es una propiedad privada, su naturaleza - 21 días de carrera-, su dimensión - entre 10 y 12 millones de personas en las carreteras- y su importancia -es la mayor carrera del calendario anual ciclista-, hacen que la prueba dependa de los servicios del Estado. Lo ejemplifica una cifra: unos 29.000 policías, gendarmes y bomberos son movilizados en un momento u otro de la carrera para garantizar su seguridad. Por el momento sigue en pie, pero en cualquier momento podría tomarse una decisión que lleve a su suspensión o incluso cancelación.
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