Diálogos regionales, diálogo tolimense

Alberto Bejarano Ávila

Cada vez con mayor fuerza se proponen los diálogos regionales como solución al estallido social. La propuesta se basaría en que el centralismo ignora que Colombia es pluricultural y diría que plurinacional, pues cada región tiene su propio trasegar histórico que le da matices propios a su problemática moral, política y estructural y de ahí que, aunque los problemas se parecen, los remedios tengan que particularizarse y por ello no es la draconiana e insulsa voz presidencial sino el diálogo regional el que podría balancear las culpas del centralismo y de la región, hallar soluciones y concretar los compromisos que el Estado y cada territorio tienen que cumplir. De ahí la importancia y urgencia del gran diálogo tolimense.
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Además, hoy se atiza la idea de escuchar a los jóvenes, idea discutible porque, así como no debemos confiar la expectativa de futuro al querer capitalino, tampoco es solución aceptar la “dadivosa” y discrecional voluntad del poder para oír, prometer e incumplir, como ocurre siempre. La solución, así creo, es franquear todas las puertas a la juventud para que emerja como gestora de progreso porque, si cambio es cambio, el país y el Tolima no lo alcanzarán sólo con acuerdos, también se requiere relevo de timoneles y, como tiene que ser, midiendo por resultados a políticos, dirigentes, planificadores, gobiernos y mandos medios.  

La disyuntiva que deben encarar los dialogantes es si el diálogo se enfocará hacia los males puntuales (empleo, salud, educación, vías, etc.) o buscará escrutar las causas y los causantes del caos económico y moral y el desgobierno que sufre Colombia y el Tolima. Si es lo primero desde ya diría que dialogar es “quemar tiempo”, pues sólo añadirá leyes inocuas, promesas falsas, ficciones, percepciones prefabricadas y más distractores para que nada cambie. Si es lo segundo, seria esperanzador, pues el dialogo se enfocaría hacia las causas más que hacia los males y acordaría nuevos paradigmas, cambios estructurales, restauración social, moral, económica y política, renovación del liderazgo y más acuerdos para cambiar la historia.

El paro enseña que no es lo mismo el diálogo nacional que el regional. El primero, además lo dice la historia, siempre se dio entre burócratas leoninos y líderes sociales de algún modo ingenuos y por ello la protesta y el diálogo del ayer nada remedió y de ahí que, quienes hoy dialogan, sabrán que la historia será su imparcial juez. El segundo, el gran dialogo tolimense, nunca se dio y tal vez por ello el Tolima se estancó y no ayuda a construir un mejor país. 

El desarrollo es cuestión compleja que con luchas políticas se logra en un territorio concreto y por ello el gran diálogo tolimense, para que no sea “quemadero de tiempo”, tiene que ser políticamente serio, condición esencial para que pueda generar consensos sobre las causas del atraso y las murallas que las hacen inamovibles, para delinear y socializar una disruptiva y compleja hoja de ruta para superarlo y para conseguir compromisos sociales, económicos y políticos medibles y verificables en los tiempos acordados.

ALBERTO BEJARANO ÁVILA

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