El renacer de la Universidad del Tolima

Columnista Invitado

Es oficial. El déficit de 24 mil millones de pesos que arrastraba la Universidad del Tolima desde finales de 2015 y que se mostraba insuperable, logró borrarse del panorama financiero de la única universidad pública de los tolimenses.
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Luego de la ejecución de una serie de acciones exitosas lideradas con compromiso y gestión administrativa por parte del rector Ómar Mejía, pero también gracias al aumento de recursos por parte del exgobernador Óscar Barreto. Para ser justos, también habría que mencionar la exoneración del pago del predial por parte del ex alcalde Jaramillo, todo ello, sin dejar de recordar los logros alcanzados por los estudiantes en el 2018, bajo unos acuerdos con el Gobierno Duque.

Hoy la Universidad del Tolima respira otro aire. Atrás quedaron las deudas, la falta de pagos de salarios y obligaciones sindicales, y aquella crisis generada y que además de ser financiera, deterioró la imagen institucional, la gobernabilidad y la confianza; ya es cuestión del pasado, pues pese a las dificultades normales que viven las universidades públicas del país, la UT ha salido avante en muchos de sus procesos y se proyecta como una de las mejores a nivel nacional según el último ranking de Webometrics, donde el alma máter ocupó el puesto 22 por encima de universidades como la Externado y la Salle, o del ranking Art-Sapiens donde ocupa el puesto 43 a nivel de clasificación según artículos científicos.

La apertura del Hospital Veterinario al sur de Ibagué, catalogado como uno de los mejores de Latinoamérica, las cuatro patentes de invención científica, los cinco doctorados únicos en el Tolima, las 16 maestrías, las 12 especializaciones, los 68 grupos de investigación reconocidos por Colciencias, los muchos programas acreditados de alta calidad, entre otras fortalezas, soportan el renacer de la UT, que a partir de este 2020, tendrá que redoblar esfuerzos para generar nuevos recursos, tal y como lo ha venido haciendo en los últimos tres años.

Aún le queda a la Universidad del Tolima, alcanzar la cereza a ese pastel de satisfacciones: su Acreditación Institucional de Alta Calidad, proceso voluntario que retomó la administración Mejía, y que a diferencia de lo que algunos personajillos malintencionados puedan pensar, no tiene nada que ver con lobby, sino con academia, proyección social y procesos de investigación, y en eso la UT sí tiene cancha y concha.

Larga vida a la universidad pública de los tolimenses.

JUAN MANUEL DÍAZ

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