Desde el tercer sector

Hugo Rincón González

En nuestro país se han escuchado muchas voces de plurales actores solicitando apoyo y ayuda del gobierno para atender la crisis que ha generado la pandemia por el Covid-19.
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Piden auxilio los empresarios, el sector aeronáutico, los comerciantes, constructores, restaurantes, vendedores ambulantes, iglesias cristianas y hasta la Dimayor, que aboga por el interés del fútbol profesional colombiano, manejado por algunos vivaces dirigentes.

Los más necesitados realmente son las comunidades históricamente excluidas del desarrollo, las que viven en los barrios populares y en la zona rural de esa Colombia olvidada que es sacudida permanentemente por la violencia. Sus voces habitualmente no son escuchadas por las grandes cadenas de los medios de comunicación y en esta coyuntura se vuelven visibles a través de los trapos rojos que cuelgan en sus casas indicando que están pasando por una hambruna dramática.

La atención a estas necesidades la viene haciendo básicamente el Gobierno nacional y los entes territoriales a través de sus respectivas administraciones, con unos resultados bastante cuestionables en clave de sobrecostos por la corrupción rampante que se presenta. Ya los entes de control nos informaron de los primeros resultados de las investigaciones que vienen realizando, donde queda de presente el inmoral manejo que vienen haciendo de los recursos públicos.

En este trabajo de ayuda en esta crisis hay un actor que ha jugado un papel marginal y que podría potenciarse si hubiese voluntad política: el tercer sector, conformado por las entidades sin ánimo de lucro y las organizaciones sociales que deberían jugar un rol más significativo. Como ellas mismas mencionan en una declaración: “Nuestro sector es un aliado formidable y un par ideal para atender la emergencia actual, para paliar sus efectos y para contribuir a la reconstrucción del tejido social en los territorios y de la vida económica, social y cultural. Tenemos la disposición, la vocación y el deseo de contribuir con este propósito nacional”.

A lo largo y ancho del país están presentes. Son entidades privadas, no son parte del sector público gubernamental, lo que les otorga una condición de independencia política a la hora de trabajar por el desarrollo de su misión. Si hubiera voluntad de los gobiernos locales y regionales, los empresarios y la cooperación internacional, este tercer sector jugaría un papel estratégico en la recuperación de las comunidades en los territorios.

En el contexto de las propuestas de los diferentes actores del país, hay dos que quiero reproducir del tercer sector que considero pertinentes: 1) “aumentar los incentivos al sector privado para mantener las donaciones que realizan a las organizaciones sociales durante y después de la emergencia, mejorando, por ejemplo, el beneficio por descuento tributario si continúan haciendo los mismos aportes a dichas entidades, y con un incentivo similar para nuevos aportes a diferentes organizaciones sociales luego de la emergencia”.

Y, 2) “incorporar de manera expresa a las organizaciones sociales como actores y/o beneficiarias en las reglamentaciones derivadas de las disposiciones y medidas expedidas con ocasión de la Emergencia Económica, Social y Ecológica”.

Si esto se lograra podría tenerse una mayor cobertura, mayor efectividad, transparencia y participación en los procesos asociados a la crisis que genera la pandemia y una vez finalice la misma. Dos muestras que sirven para ilustrar esta afirmación: 1) el trabajo que realiza la Pastoral Social en el marco de la doctrina social de la iglesia, y 2) la labor que realizan los programas de desarrollo y paz en más de 530 municipios del país.

Parodiando a un político retirado: “dejen jugar al tercer sector”. Permitamos que sea depositario de la confianza para que sigan realizando el trabajo de fortalecer las organizaciones sociales y comunitarias, convoquémoslo para que aúne esfuerzos con el gobierno, sector empresarial y cooperación internacional para el trabajo en esta coyuntura y para un futuro que debe ser diferente, más inclusivo, democrático y solidario.

HUGO RINCÓN GONZÁLEZ

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