Arduos anhelos

Polidoro Villa Hernández

Laudable el universal deseo que de esta ominosa experiencia -que mostró lo frágil del ser humano-, surja un renovado homo sapiens y, con él, una nueva sociedad que reverencie a la Naturaleza como centro integrador de las acciones del hombre.
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Una sociedad sabia que acepte el pecado de la insensata depredación a los recursos naturales, soporte de la vida, y que corrija el rumbo; qué comprenda que naturaleza y hombre son interdependientes; que todos los humanos nos necesitamos. Y que cultura, economía, sociedad y política, tendrán la misma saludable existencia que tenga el medio ambiente. ¡Ojalá se hiciera realidad ese deseo!

Pero, como ironizaba Cervantes: “Cada hombre es como Dios lo hizo, y aún peor muchas veces”. Para evitar fiascos, roguemos por lo mejor y alistémonos para lo peor. Cambiar el ‘chip’ de quienes sobrevivan, para lograr un mundo mejor, será tarea de varias generaciones. Contenida la plaga, en meses o años, ¿qué sobrevendrá?

¿La sumisión total en que hemos caído escondiéndonos de la muerte, será un estímulo para que gobiernos –erigidos ahora como dioses salvadores- se empalaguen con el poder casi omnímodo que les dio la coyuntura y lo prolonguen opresivamente en el tiempo para esconder los colosales errores del pasado?

¿Contritos, los nuevos líderes lograrán llevar “a sus justas proporciones” la corrupción, el nepotismo, las influencias indebidas, la perversa mezcla de poder, política y negocios, que tantos conflictos ocasionara en el pasado? ¿Se hará realidad una laudable iniciativa parlamentaria de reducir el Congreso a un austero tamaño?

¿Para evitar el frustrante y creciente desempleo ilustrado, las muy respetables academias universitarias, coordinadas nacionalmente, se reinventarán y ofertarán nuevas carreras y programas que sean codiciadas por los empresarios y cuyos saberes requiera el país para recuperarse?

¿Volverán aparatos ‘que duren toda la vida’ y desaparecerá el destructivo y codicioso concepto de bienes con obsolescencia programada, execrable crimen contra la naturaleza que llena basureros pagados en países pobres, y promueve el perverso ‘botar y comprar’, que contamina el planeta?

¿Finalmente, se hará realidad el utópico milagro de hermanar los sectores público, privado y clase política del Tolima, para que trabajen unidos por la región –como los paisas-, o primero nos aniquilará el virus de la discordia?

¿Quiénes sobrevivan, celebrarán el fin de la pandemia con humildad, austeridad y propósito de enmienda, o se reiniciará el desorden con una bacanal de trago, carros locos, muertos y despilfarro?

Confiemos en que la especie humana aminorará su codicia, sintetizada así por el visionario E. Kruger: “Nacemos sin traer nada, morimos sin llevarnos nada. Y, lo triste, es que en el intervalo entre la vida y la muerte, peleamos por lo que no trajimos y aún más por lo que no nos llevaremos.”

POLIDORO VILLA HERNÁNDEZ

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