‘Le suplico que le pida a Dios que me regale la gracia de perdonar’

COLPRENSA - EL NUEVO DÍA
"Me aferré a Dios. Le pedí perdón por no creer, por mi falta de fe y supliqué que sanara mis heridas. Dejé de odiar. Yo no juzgo a los guerrilleros porque sé que hay un Dios que lo ve todo. Pero aún no he podido perdonar. Santidad, le suplico que le pida a Dios que me regale la gracia de perdonar".

Esa fue la petición de María Cecilia Mosquera al Papa Francisco en la bienvenida a la Nunciatura tras su visita a Villavicencio. La reconciliación, esta acción necesaria, dijo el Obispo de Roma, para que la paz no sea un fracaso fue el tema de hoy, el tema del perdón, la dificultad de encontrarlo y el sacrificio de aplicarlo. 

"Gracias porque las puertas están abiertas y siguen abiertas", dijo el Papa Francisco, tras escuchar el testimonio de María Cecilia, quien perdió el 18 de octubre de 1998 a sus tres hijos y su esposo porque el ELN voló un oleoducto en la población de Machuca. 

"Al despertar en el hospital me informaron que ninguno de los míos se salvó. Todos murieron y me quedé sola en el mundo", le contó. 

"Quiero proclamar delante de todos esa frase que nunca voy a olvidar: 'Dios perdona en ti'. Hay mucho por perdonar todavía, pero hoy recibimos una lección de teología: 'Dios perdona en ti', deja que lo haga. Colombia tendría que abrir sus puertas y dejar que entre él y que él perdone, y nosotros aprenderemos -detrás de él-, a perdonar", fue la respuesta que dio con una voz pausada, suave, difícil de entender, una voz cansada. 

El Papa, quien no pudo disimular su cansancio, pero tampoco su agradecimiento al juntar las manos con amor y ver a los ojos a María Cecilia, volvió a estremecer corazones, quizás más que las otras noches en las que ha descansado en la embajada del Vaticano. 

Allí, nuevamente lo esperaron cientos de personas, lo esperaron con música a cargo del violinista de la salsa, Alfredo de la Fé, y con una breve pero colorida muestra artística de Misi Producciones. 

Pero esta noche, quienes asistieron fueron más afortunados. El Papa, que siempre habla frente a la Nunciatura, se esforzó aún más, y fue a saludar a quienes estaban en las primeras filas. La emoción fue incontenible, muchos tuvieron al Papa más cerca que nunca -incluso una niña que estaba en una camilla- y ellos se llevaron su mensaje. 

"Fue algo emocionante, el Papa es una persona que realmente enseña a trabajar la resilencia", dijo Elbert Rodríguez, un exmiembro del Ejército que perdió tres de sus extremidades por caer en un campo minado de las FARC. 

Él, quien recibió una postal de la mano del Papa, valoró lo dicho por el padre Bergoglio, aunque reconoció la dificultad: "Muy difícil porque hay que desprenderse del dolor". 

Pero así como él pudo tenerlo en frente y tomar su mano, Norbey Echeverri, un exmiembro de las AUC, hoy invita a tomar caminos de paz. 

"¿En qué momento llega la necesidad de volver a la vida civil? Cuando ya de mi vida no quedaba nada, porque era un alcohólico, un drogadicto, asesino, que no hacía sino solo mal, no me quedaba sino la muerte. En un momento me llegaron a decir que yo era una vergüenza para la organización, y entonces tomo la decisión de suicidarme, pero sin éxito para la gloria de Dios, es cuando Jesús empieza a suscitar ese deseo, algo en mi corazón que me decía que yo no era la persona que él había creado y empiezo un camino de conversión, de cambio, muy duro porque a veces la sociedad nos juzga", contó Norbey mientras esperaba al Primado de Italia. 

Norbey, quien duró diez años en ese grupo paramilitar; Elbert, que quedó en silla de ruedas por culpa de las FARC; y María Cecilia, quien quedó sola en el mundo por culpa del ELN, son ahora un camillero, un hombre en busca de perdonar y una enfermera. Hacen parte de Hospital de Campo, una organización que recibe a quienes han sufrido por el conflicto, una iniciativa que surgió siguiendo los pedidos del Papa Francisco. 

Diana Sofía Giraldo, la directora de Hospital de Campo y de la Fundación Víctimas Visibles, le entregó al Papa, junto a María Cecilia, un nido hecho por ellos. 

"Un nido hecho de dolor, de cansancio, hecho de sufrimiento para pedir que el nuestro no siga siendo un dolor inútil, para pedir que el Santo Padre lo ponga en los pies de la cruz y lo transforme en una semilla de resurrección para una nueva Colombia", explicó Diana Sofía. 

Y tras tenerlo cerca, escucharlo, ver que pese a su cansancio se tomó el tiempo para estrechar manos y dar bendiciones dijo: "Sentimos la presencia de Jesús desde la preparación, en este momento nos regaló paz, alegría, certeza y ganas de seguir adelante. ¡Mucho amor, estamos desbordados de amor!". 

Estos fueron solo diez minutos para los que tuvieron que esperar más de tres horas, pero por ese desborde de amor, como dijo Diana, valió la pena. Valió la pena para quien sin poder ver sintió sus manos, para quien sin manos sintió su abrazo y para que quienes la edad les restó energía, sintieran su fuerza. 

Al final, el Papa oró a la Virgen María por las mujeres colombianas, dio su bendición y dijo: "Gracias por lo que me enseñaron está noche". Y la gran puerta de la Nunciatura se cerró. 

Credito
COLPRENSA

Comentarios