La inminente desaparición de los nevados en Colombia

COLPRENSA - EL NUEVO DÍA
Los seis glaciares colombianos están sentenciados a muerte. La descripción es bastante fatalista, pero inevitable: estos ecosistemas están en cuidados intensivos bajo estricto monitoreo y su muerte está cantada. ¿La razón? Se derriten.

El dato lo da el ministro de Ambiente, Luis Gilberto Murillo: el área glaciar colombiana se redujo 60 por ciento en los últimos 50 años y tiene una tendencia de disminución anual de 3 por ciento.

Y esto pasa porque los nevados son como las personas. Así los describe uno de los pocos glaciólogos que hay en Colombia. Se trata de Jorge Luis Ceballos, quien en este momento trabaja para el Ideam y es el encargado del monitoreo y estudio de estos lugares. “El glaciar necesita alimento. Si nosotros no comemos todos los días pues nos vamos muriendo. La comida de los glaciares es la nieve. Si cae nieve sobre nuestros nevados, en forma regular, sobrevivirían. Pero eso es lo que no está pasando”, dijo.

El diagnóstico más reciente y más detallado se conoció hace pocas semanas en el informe de la Tercera Comunicación Nacional de Colombia el cual es el documento que el país entrega a la Convención marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático. Ahí se explica que los glaciares colombianos son únicos en el planeta por su ubicación: son llamados glaciares ecuatoriales. “Son pequeños, pero especialmente sensibles a los cambios climáticos y a las condiciones atmosféricas locales. Observarlos y medirlos es también estudiar el clima. Su dinámica es fiel respuesta al comportamiento de la atmósfera. Cada mes pueden tener cambios, por ejemplo, enero es diferente a mayo, ya que la capa de nieve varía notablemente”, señaló el informe.

Los efectos ya se han sentido. A mediados del siglo XIX, el país tenía 17 nevados. En el siglo XX se extinguieron ocho pequeños como El Quindío y El Cisne. Según el informe, uno de los fenómenos climáticos que más impacta sobre la nieve es El Niño. “Durante la fase fuerte de este fenómeno que se sintió en el país desde noviembre de 2015 a febrero de 2016, el glaciar Santa Isabel disminuyó cinco metros su espesor en la superficie, mientras el glaciar Ritacuba Blanco, situado en la Sierra Nevada del Cocuy, disminuyó tres metros. Como parte del cambio climático el aumento en la temperatura es mucho más pronunciada en la montaña alta comparada con las partes bajas, lo cual hace mucho más crítico el balance negativo para los glaciares”, indicó.

Siendo así y según los monitoreos y proyecciones del Ideam, de continuar las pérdidas de hielo en los glaciares, estos desaparecerán en las próximas tres décadas. El Santa Isabel y el del Tolima serán los primeros en extinguirse.

La explicación

Según Ceballos el comportamiento de nuestros glaciares es muy similar a los del resto del mundo, que se traduce también en un derretimiento generalizado. ¿Cómo frenar esto? ¿Hay alguna receta que se pueda hacer para que esto no pase? “El daño está hecho. Es irreversible”, explicó el glaciológo. “Sería demasiado costoso invertir en reversar este proceso de derretimiento y ahora debemos enfocarnos más que todo en adaptación en alta montaña”.

¿Cómo se realiza el monitoreo? De dos formas: a lomo de mula y desde el espacio. “Uno se hace directamente, es decir, vamos al terreno y así como los médicos examinan, vamos y ponemos sensores sobre la superficie del glaciar y continuamente los estamos revisando. Somos de los pocos países en el mundo que visitamos mensualmente a un glaciar, en Europa, por ejemplo, van al finalizar el verano o a finales de invierno y así hace su diagnóstico. Vamos mensualmente a un glaciar que se llama Santa Isabel en el parque de Los Nevados, este es el que nosotros consideramos que está próximo a extinguirse”.

El otro nevado que se vigila presencialmente es el de la Sierra Nevada del Cocuy. “Allá hay un glaciar que se llama Ritacua Blanco, este lugar es bello, es mucho más estable y está con monitoreo constante. Tenemos instrumentos de última tecnología que nos transmiten satelitalmente el estado del glaciar y su clima”.

Debido a que en la gran mayoría de los glaciares los accesos son más difíciles, son más peligrosos o están ubicados resguardos indígenas, no se realizan las mediciones en campo, con el fin de respetar la cultura y la religiosidad. Por esa razón, algunos se observan desde el satélite.

Ahora bien, ¿para qué nos sirve monitorearlos si no podemos hacer nada? La pregunta puede resultar ruda, pero inevitable. Ceballos dice que es triste y que sí, solo se pueden observar. “Si un familiar de alguien se está muriendo y le quedan seis meses de vida, uno lo que hace es ir a verlo y estar pendiente de cuidarlo y de hablarle y de aprovecharlo en vida.

Muy seguramente nuestros nietos o nuestros hijos no van a poder hacer ni siquiera lo que estamos haciendo hoy. No podrán tomarse una foto, pero ellos sí nos van a preguntar si los estudiamos, querrán saber cómo se derritieron. Nuestro monitoreo es una responsabilidad ética de la actual generación con la siguiente. Hay que dejar escrita la historia de lo que pasó”.

La tierra está enferma 

A pesar del esfuerzo para realizar esta vigilancia, la más reciente instalación de una estación meteorológica causó el enojo de una comunidad indígena. Ocurrió en julio de este año cuando el Ideam puso sus equipos a cinco mil 27 metros de altitud, precisamente, en el glaciar Ritacuba Blanco de la Sierra Nevada del Cocuy.

Sin embargo, a la comunidad indígena uwa no le gustó mucho. La única razón: los técnicos pisaron la nieve, ya que además de ser sagrada para ellos, la han venido cuidando tras la reapertura, en abril, del Parque Nacional. Además, también para garantizar su conservación, se ha restringido el acceso al lugar de turistas.

Al otro extremo del país, los niños indígenas de los cuatro pueblos de la Sierra Nevada de Santa Marta: los arhuacos, los wiwas, los kogis y los kankuamos; no conocerán el hielo.

Eso lo tiene claro el gobernador del Cabildo, José de los Santos Sauna Limaco, quien dice que su misión es conservar la tierra y ponerle una “talanquera” al derretimiento.

“Vivimos en el corazón del mundo y la Sierra Nevada es un templo sagrado, es nuestra casa y por eso hemos venido realizando ordenamientos espirituales para conservarla. Los mamos nos han dicho que la Sierra está enferma porque se está afectando su equilibrio y va a reaccionar con sus armas silenciosas. Por eso han venido la sequía, las lluvias, la contaminación y se va a acabar el hielo, se va a acabar”, dijo.

El deshielo para el líder indígena también se debe al desarrollo económico de la región y a la minería, al turismo, a la expansión portuaria. Explicó que son enfermedades que están llegando.

“La Sierra empezó a cambiar. Ya el verano no es lo mismo. Es más fuerte. El invierno también cambió. Ahora el frío es más intenso. La esperanza es que se proteja y que los niños vean todo tal como nosotros. Sin embargo, los esfuerzos que se tienen que hacer son muchos, y tal vez no conozcan la nieve”, advirtió.

Credito
COLPRENSA - EL NUEVO DÍA

Comentarios