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El cuerpo de Perea, con un disparo en la cabeza, fue encontrado el pasado jueves en la zona de playa de Nuquí, Chocó.
En Termales, un caserío situado a media hora en lancha del perímetro urbano de Nuquí, Juana Perea, de 50 años, había comprado junto con su esposo, un estadounidense que actualmente trabaja en Afganistán, diez hectáreas de tierra para construir un hotel ecoturístico y acabó liderando iniciativas comunitarias para las mujeres de la zona.
“Creemos que todo (el asesinato) fue porque mi hermana era, por decirlo de alguna manera, una líder comunitaria que trabajaba por las mujeres de allá. Ella nunca se dijo a sí misma líder, pero lo era; era una mujer que se imponía y por donde pasaba dejaba una estela”, dijo su hermano Iñaki Perea Plata.
Defensa de la naturaleza
La familia, de origen vasco, recuerda que además de trabajar en su proyecto ecoturístico, Juana enseñaba a las mujeres de Nuquí a coser para que tuvieran algún medio de subsistencia, y con la llegada de la pandemia había impulsado la confección de tapabocas para reducir el impacto del Covid-19 en la región donde hay comunidades para las que ese elemento de protección es un lujo.
Además, era conocida por su activismo contra la construcción de un puerto en el golfo de Tribugá, unos cinco kilómetros al norte de Nuquí, por el daño que la obra causaría a los ecosistemas marítimos y terrestres de la zona que cuenta con una biodiversidad única en el mundo.
El pasado 1 de octubre la Agencia Nacional de Infraestructura (ANI) anunció la cancelación del proyecto, de una sociedad privada, luego de cuatro años de análisis y debate sobre esa obra, duramente criticada por organizaciones y líderes ambientalistas del país.
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