Canadá en la onda de la marihuana recreativa

VANGUARDIA LIBERAL - EL NUEVO DÍA
Canadá se convierte en el segundo país, luego de Uruguay, en legalizar el consumo de la hierba, en medio de preocupaciones en torno a la salud pública y la seguridad de la producción.

Llegó el día para Canadá. A partir de la medianoche de ayer, entró en vigor la legalización del cannabis con fines recreativos en este país norteamericano, siguiendo así los pasos de Uruguay, que fue el pionero en julio de 2017.

La apuesta de Canadá al entrar en la onda de la llamada “revolución verde” es aumentar el empleo, el turismo e incluso el Producto Interno Bruto, PIB, al implementar una legislación que permita el mercado de la sustancia.

De hecho, surge de una promesa de campaña del actual primer ministro, el progresista liberal Justin Trudeau, de mantener la marihuana fuera del alcance de los menores de edad y lejos de los delincuentes y el crimen organizado que se lucran a expensas del negocio clandestino.

Tampoco hay que perder de vista su impacto económico. La idea es que la incipiente industria del cannabis haga posible un floreciente mercado en ese país, con miras a consolidar todo un imperio de la ‘hierba’.

Cualquier ciudadano canadiense mayor de 18 años podrá comprar en locales públicos o privados e incluso vía Internet, de acuerdo con la regulación de las provincias, un gramo de marihuana por un precio promedio de 7,7 dólares estadounidenses (aproximadamente 25 mil pesos colombianos). Y solo podrá tener en su poder 30 gramos de la sustancia, la cual podrá ser consumida en espacios públicos en ciertas provincias como Ontario y Montreal, pero en la gran mayoría estará prohibida fumarla en las calles.

En Canadá, de aproximadamente 36 millones de habitantes, hay casi cinco millones de consumidores de cannabis. En tanto, la marihuana para uso medicinal, que se vende de forma restringida desde 2001 en ese país, solo representa un 8% del consumo.

Como si fuera poco, también se legalizó el autocultivo, pues en cada hogar se podrán sembrar y cosechar hasta cuatro plantas por ciclo para uso personal.

Bajo esta lógica, los temores en torno a la legalización de la planta no resultan infundados, tras el advenimiento de una industria del cannabis similar a las del tabaco o el alcohol que acabe creando un problema social de adicción y consumo.

Por ello, Canadá, un país vanguardista en su política de drogas, es visto como un experimento que muchos otros países están observando con atención.

Juan Daniel Gómez, profesor titular de la Universidad Javeriana de Bogotá, supone que lo primero que va a ocurrir es que habrá un incremento del consumo como pasó en Uruguay, debido a la liberalización de las políticas de reducción de la demanda.

En segundo lugar, destaca un aumento de manera importante de los ingresos de la industria del cannabis legal: “antes estaba en manos de los dueños de los carteles y los granjeros e industriales ilegales, ahora pasa a bolsillos legales”.

Lo cierto, es que la hierba será producida por compañías privadas bajo licencia gubernamental, que se vienen frotando las manos de un negocio que deja 19.000 millones de dólares en ventas.

Para el sicólogo experto en prevención del riesgo y consumo de sustancias sicoactivas, esa es la doble moral que esgrimen sobre el tema los gobiernos que permiten unas drogas y otras no, como sucede con la industria del alcohol.

A su juicio, al naturalizarse esa idea que no es una “mata que mata, sino una mata que cura, seguirá incrementándose el consumo y si los canadienses del norte del país, con mejor calidad de vida del mundo, legalizan el uso recreativo de marihuana, es porque es una sustancia inocua, pero debajo de eso hay un agenda económica absolutamente perversa”.

Todo esto, agrega Gómez, va de la mano con un decrecimiento de la percepción del riesgo, al tiempo que advierte que “ese cannabis de Canadá y también de Colombia es de alta potencia y es una sustancia que produce dependencia”.

Es más, expertos en la materia han alertado que la marihuana que se produce actualmente es tres veces más potente que la que existía hace 20 años.

En ese sentido, el profesor de la Universidad Javeriana considera que el desafío en materia de salud pública que se plantea con la legalización es que se requiere un proyecto cultural y educativo de largo aliento, invertir la plata en eso y que la sociedad en general se cuide de las drogas.

Pero lamenta que el interés fundamental de estas políticas de regularización está en el lucro que producen estos negocios, “por la sencilla razón de que no es un producto, como la hamburguesa, que a todos nos gusta pero no todo el mundo se hace adicto a ellas, y en la medida en que estas sustancias sí tienen un potencial de abuso”.

 

En cada contexto el impacto es diferente

 Por su parte, Óscar Palma, docente de la Facultad de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario de Bogotá, resalta que para Canadá específicamente sí puede ser positivo este paso dado con la legalización de la marihuana, y que discutirlo en otros escenarios es complicado. A su juicio, Canadá tiene una sociedad mucho más progresista y una noción de derechos humanos muy diferente a la de Colombia y un estadio de tolerancia donde la cuestión moral o religiosa no es importante y en ese sentido, hay una aceptación general frente al tema.

“Cada escenario es distinto porque no es lo mismo legalizar en Canadá, en Colombia o en Uruguay, hay implicaciones sociales, económicas y políticas y cambia en cada uno de los contextos”, argumenta el experto en temas de drogas, quien opina que lo que se podría pensar es que ayuda a descriminalizar el fenómeno de marihuana.

Si es legal, anota, no hay incentivo negativo para que el mercado caiga en manos criminales, es decir, “si entra una regulación con normas claras y si no genera unos conflictos sociales en el proceso productivo y de cultivos... en esencia que el país esté listo para tener una estructura de producción y financiera dentro de la legalidad y un sector empresarial robusto que pueda asumir esa producción”.

Credito
Ángela Castro Ariza

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