La crónica roja de América Latina

FOTOILUSTRACIÓN VANGUARDIA - EL NUEVO DÍA
¿La vida no vale nada en esta región del mundo? La violencia, la desigualdad y el crimen organizado caminan de la mano en América Latina. Encabeza la tasa de homicidios, y con tendencia al alza.

América Latina viene escribiendo una crónica roja. Día tras día suma víctimas a su peor estadística: ser la región donde se cometen más homicidios en el mundo. Se consolida como la más violenta de todo el planeta.

Los guarismos son impactantes: el continente americano acumula el 42% de los homicidios, en su mayoría en América Latina (37%).

Es decir, 173.471 muertes violentas de un total de 463.821 ocurridas en 2017, según el informe anual de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Onudd por sus siglas en inglés).

Una tasa media de homicidios anual en el continente de 17,2 por cada 100.000 habitantes, casi el triple que el promedio mundial y casi seis veces más que Europa, pese a que sólo alberga el 13% de la población mundial.

Es más, América es el único continente en la que esa tasa ha crecido desde el año 1990, revela el “Estudio Global de Homicidios 2019”, divulgado esta semana en Viena.

De hecho, los únicos países del mundo con tasas de homicidio de más de 40 personas por cada 100.000 habitantes se sitúan en América Latina: El Salvador (62,1), Venezuela (57), Jamaica (57) y Honduras (41,7).

A la luz de las estadísticas, Carlos Ramírez Rave, director del Programa de Trabajo Social de la Universidad de La Salle, explica que América Latina es la región más violenta del mundo porque es la región más desigual, inequitativa y más corrupta en los gobiernos.

“Eso de una otra forma se vuelve caldo de cultivo para la violencia”, destaca.

Atribuye el caso latinoamericano a un problema de política de seguridad ciudadana. “La ausencia de una política pública que logre generar procesos de prevención y de seguridad ciudadana, que garanticen la reducción de homicidios y de los fenómenos que están asociados a ellos, como la pobreza, la drogadicción”, describe el experto.

En su concepto, el continente tiene una “alta problematización en términos de conflictos” asociados al tema de desarrollo, ya sea por sus altos niveles de inequidad o fenómenos sociales que no son atendidos de manera eficiente por las políticas públicas.

Todo esto, “contribuye al deterioro del tejido social que termina incidiendo en la calidad de vida de las personas, en la seguridad ciudadana y generando los índices de homicidios y violencia en la región”, precisa Ramírez Rave.

Entonces, a su juicio, el problema no se resuelve con aparatos militares sino como políticas sociales, con la atención de los fenómenos asociados a la generación de violencia que terminan desencadenando los homicidios.

 

Ambientes de violencia

Al referirse a este fenómeno en Latinoamérica, Viviana Manrique, exviceministra del Interior de Colombia y catedrática de la Universidad del Rosario, señala que hay que tener en cuenta aspectos culturales, de países con ambientes de violencia en los últimos 50 años.

“Ambientes de guerrilla, de dictaduras, de bandas criminales, en medio de escenarios altos de pobreza que generan violencia, que hace que las personas con necesidad insatisfecha tengan entornos conflictivos en ese sentido”, argumenta la experta.

Adicional a ello, las maras y el narcotráfico se constituyen en factores clave en esa relación del crimen organizado y alta tasa de homicidios en América Latina. Centroamérica es, además, el que lidera el índice de homicidios en el mundo: 62,1 por 100.000 habitantes.

La explicación a ello, agrega Ramírez Rave, es que en Centroamérica “la droga es uno de los mayores alimentadores del conflicto, es decir, el fenómeno de la violencia resulta rentable para muchos de los países y actores que manejan el tema económico, pero lo atienden con paños de agua tibia con la criminalización, pero no logran resolver el tema de fondo”.

En esa misma línea, Óscar Palma, docente de la Facultad de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario, subraya que en Centroamérica el pandillismo, el crimen organizado y otras condiciones se reproducen por variables socioeconómicas, pero también por la falta de valores.

Resalta que en América Latina hay una serie de condiciones, lo que se denomina en ciencias sociales “como anomía, pues no existen buenos ejemplos de lo que el deber ser de una persona dentro de la sociedad”, lo cual, enfatiza, es una característica de las sociedades latinoamericanas.

Y son precisamente las personas jóvenes quienes se ven más atraídas por ese tipo de modo de vida, añade.

El Salvador, por ejemplo, es uno de los países con la situación más crítica por el gran poder que tienen las maras, que alimentan su poder reclutando a jóvenes sin recursos con 60.000 miembros que controlan territorios.

No es de extrañar, como lo indica el informe de la Onudd, que en el continente americano, las víctimas de 18 y 19 años se estiman en 46 por cada 100.000, una cifra más alta que la del resto de regiones en el mundo.

Lo más preocupante es que representa un costo humano tremendo y una considerable baja en la productividad de sus países y de la región en general.

Ramírez Rave, igualmente hace alusión a todo el tema del narcotráfico y los carteles, que no solo es un asunto de México, sino que se ha irradiado en toda Centroamérica.

“Eso en el fondo tiene que ver con la falta de una atención integral al tema de la droga”, considera el experto, quien afirma que la situación viene generando todo un mercado de armas, de violencia y de homicidios de bandas alrededor de la comercialización de las drogas.

 

Venezuela, caso aparte

En lo que respecta a Venezuela, la docente universitaria Manrique aclara que el fenómeno de violencia es incomparable con cualquier otro país de la región, “dada la situación de dictadura, de escasez, crisis económica y de una violencia rampante en un sistema antidemocrático”.

Por su parte, el investigador Palma observa que Venezuela es un escenario muy particular con unas condiciones sociopolíticas bien particulares, bien diferentes y bien complejas que hacen que las tasas de homicidios sean muy altas.

 

El avance de Colombia

Uno de los casos positivos del informe de la Onudd es Colombia. El país experimentó una reducción en el número de homicidios en 2017: de 80 a 25 casos por cada 100.000 habitantes, como consecuencia de la intensificación de la acción estatal contra el tráfico de drogas y el proceso de paz con las Farc.

Palma relaciona la disminución significativa en la tasa de homicidios con la distensión del conflicto armado, “habrá ver que pasa en los años siguientes” para mirar si aumentan o siguen reduciéndose los índices.

A su turno, Manrique opina que Colombia ha tenido una reducción sustancial de homicidios fundamentada en un escenario de posconflicto importante.

“Teniendo en cuenta que ha salido del mercado parte de la guerrilla de las Farc, esto ha dado como resultado una baja de violencia especialmente en ciudades y zonas rurales, aunque quedan células de las Farc y bandas criminales, la situación es diferente”, considera. Adicional a ello, apunta que se ha dado un fortalecimiento de los escenarios de seguridad en el país.

Credito
ÁNGELA CASTRO ARIZA

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