¿El buen vecino?

INTERNET - EL NUEVO DÍA
En medio de la crisis migratoria centroamericana, el presidente López Obrador ha tenido que ceder a las presiones económicas de Trump para revertir el flujo de indocumentados.

Una crisis migratoria sin precedentes atraviesa el continente americano. Y México, que se encuentra en el centro de esta crisis, pasó a convertirse en el lugar de contención, todo un muro para la migración hacia Estados Unidos.

Si bien en enero pasado el gobierno del izquierdista Andrés Manuel López Obrador anunció una nueva política migratoria sustentada en los derechos humanos con un enfoque humanitario, el presidente Donald Trump comenzó a apretar al nuevo gobierno mexicano, lo que produjo un giro.

Estados Unidos traspasó a México, su principal socio comercial, el peso del control migratorio fronterizo. Es decir, hacerse cargo del “trabajo sucio” para contener la estampida de migrantes de Centroamérica, so pena de represalias económicas, las cuales se traducían en aumentar los aranceles a las importaciones mexicanas.

Fue así que la Administración Trump encontró el punto débil del gobierno de López Obrador, y en consecuencia, México entró en una etapa de subordinación a Washington, que dio pie al endurecimiento de su política migratoria, a partir de mayo pasado, con detenciones y deportaciones masivas.

También desplegó unos 15 mil soldados y policías de la Guardia Nacional en la frontera norte con Estados Unidos y otros 6.000 militares para resguardar la frontera sur, que limita con Guatemala.

Lo cierto es que el gobierno de López Obrador se ha visto obligado a trabajar bajo presión para calmar los ánimos de su vecino del norte.

Todo esto, en un complejo contexto, ya que según estimaciones del Gobierno mexicano, 2019 puede batir el récord del mayor número de migrantes que transiten este país en su camino al norte: unos 800.000. En lo que va del año, ya han abandonado Centroamérica más de 500.000 personas en su travesía hacia EE.UU.

Más que un giro, la presión del presidente Trump obligó a López Obrador a tomar decisiones que no había querido tomar su gobierno ni el de su predecesor, Enrique Peña Nieto, asegura Mauricio Palma, investigador y profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario.

Pero señala que “a López Obrador le tocó bailar con la fea”, ante la amenaza de Trump, “le tocó tomar decisiones encaminadas a caerle en gracia y mantener esa relación” con Estados Unidos.

Sin embargo, considera que esa dinámica de subordinación y de igualdad con EE.UU. nunca ha existido y si se mira con mucha atención, con el gobierno de Peña Nieto “la subordinación era completa, pero no era tan mediática ni tan politizada, y el tema migratorio siempre estuvo presente, pero era algo implícito”.

Ahora bien, según el investigador Palma, al gobierno mexicano le tocó ponerse muy serio para tratar de velar por quién entra y quién sale de manera irregular por sus fronteras, bajo un enfoque militar que antes no se había tratado, con el fin de no romper esa relación preferencial comercial que tiene con Estados Unidos.

Aunque desde diferentes sectores políticos y sociales le han reprochado sus decisiones, Palma describe la reacción de López Obrador también como “nacionalista”.

En ese sentido, argumenta que si bien se esperaba que la política del presidente izquierdista iba encaminada a la defensa irresoluta de los derechos humanos, y dentro de ella el capítulo migrante es muy grande, en este caso “ha optado por el interés nacional mexicano”.

La explicación a esto, agrega, es tratar de defender el interés de México, es decir, mantener un acceso al principal mercado del mundo y su mayor comprador sobre todas las cosas, “incluso sobre los derechos de las personas que no son nacionales mexicanos”.

Geraldine Bustos, docente de la Facultad de Derecho y Ciencia Política de la Universidad de La Sabana, indica que es evidente que en este momento Estados Unidos tiene el pulso ganado en la medida en que puede hacer una presión económica al gobierno de México.

“Por eso obliga a López Obrador a tomar este tipo de medidas de mano dura, de contener, que puede endurecerse en las próximas semanas” con las solicitudes de asilo, advierte la experta.

Esta postura, a su juicio, le ha valido críticas porque el discurso de López Obrador no es afín con el ideario político de Trump, porque él es más cercano a la izquierda. “Entonces es visto como si se hubiera arrodillado y subordinado a las exigencias de Estados Unidos”, destaca al experta.

Así las cosas, estima que el presidente mexicano está en una “encrucijada”. Por un lado, se muestra muy partidario a los migrantes, pero por otra parte también tiene las presiones económicas que le impone Estados Unidos, explica Bustos.

Igualmente, menciona que uno de los puntos a resaltar en la relación entre ambos países, es que México está en el centro, y no puede simplemente ignorar el problema como lo venía haciendo antes, de dejar vía libre a los migrantes, que es precisamente uno de los mayores reclamos del gobierno estadounidense.

Recuerda además, que hay que tener en cuenta que Estados Unidos y específicamente Donald Trump está en campaña y esto hace que la migración sea tema central en su agenda.

 

Cifra 

600 mil indocumentados fueron arrestados en 2018, intentando cruzar la frontera entre México y EE.UU.

 

Dato

México ha descartado ser un tercer país seguro de migrantes pese a orden de Trump, aludiendo a que es una medida unilateral y no un acuerdo entre los países.

Credito
ÁNGELA CASTRO ARIZA

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