Guantánamo recargado

La prisión militar de Guantánamo se ha convertido en un polémico legado de la “guerra contra el terror”, que sobrevino a los atentados del 11-S.

Desde que Guantánamo abrió sus puertas, en enero de 2002, por la cárcel de máxima seguridad estadounidense han pasado 780 personas.

La prisión en la base militar en un remoto extremo del oriente de Cuba, creada después de los ataques del 11 de septiembre de 2001, se fue llenando, poco a poco, con algunos de los hombres más peligrosos del mundo, en su mayoría militantes de la red terrorista Al Qaeda o del grupo Talibán.

Autores intelectuales o materiales de actos de terrorismo alrededor del mundo, considerados por el Gobierno estadounidense como “combatientes enemigos ilegales”, lo cual implicaba que podían ser retenidos indefinidamente sin juicio y sin derecho a una defensa legal.

Entre ellos, prisioneros de alto perfil como Khalid Shaikh Mohammed, considerado autor intelectual de los ataques del 11 de septiembre de 2001, o Walid bin Attash, quien fue el guardaespaldas de Osama bin Laden y ayudó a entrenar a varios de los secuestradores de los atentados del 11-S.

Como se recordará, estos ataques llevaron a Estados Unidos a emprender la campaña más larga y costosa de su historia: la llamada “guerra contra el terror”.

A pesar de que en 2008, el presidente Barack Obama ordenó el cierre definitivo de Guantánamo, el Congreso estadounidense bloqueó la iniciativa. Luego, en 2018, su sucesor Donald Trump revocó la orden de Obama y decidió mantener el centro de reclusión abierto.

Así pues, Estados Unidos aún no cierra ese polémico capítulo de su historia, que simboliza los excesos de la lucha antiterrorista al margen del sistema judicial.

La cárcel de Guantánamo significó la evidencia de que existe lo que se llama la “razón de Estado”, y cuando se hacen excepciones a los principios constitucionales que rigen tan estrictamente en Estados Unidos, ya sea por la supervivencia de la nación o por razones de seguridad nacional, describe Cristian Rojas, director del Programa de Ciencias Políticas de la Universidad de La Sabana.

Este fue precisamente el argumento central del gobierno de George W. Bush para crear estos centros de detención por fuera de EE.UU., recuerda el experto, pese a la polémica que surgió debido a que los detenidos allí permanecían recluidos de manera indefinida.

La polémica situación “significó que el entonces gobierno de Obama prometiera el cierre de la cárcel, cosa que no hizo durante sus ocho años de gobierno, a pesar de que tuvo la mayoría demócrata en el Congreso y la Corte Suprema de Justicia de su lado”, recalca.

Además, hace alusión a los casos de torturas de prisioneros, donde sobresale el ocurrido a principios de 2003, en la cárcel Abu Ghraib en Iraq, por parte de militares norteamericanos, y que llevó a condenas de varios de ellos.

El debate, según Rojas, no termina aún, 18 años después del arribo del primer prisionero a Guantánamo.

En la actualidad, los 40 prisioneros que todavía permanecen en Guantánamo se encuentran en un limbo que no solo les impide ser trasladados a Estados Unidos en caso de emergencia, sino también de ser llevados a cortes federales.

Óscar Palma, docente de la Facultad de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario, señala por su parte que en el marco de la “guerra contra el terror” iniciada por EE.UU., el problema es que hay una “zona jurídica muy gris”.

Entendiendo esto, en que dentro del derecho de Estados Unidos no había claridad sobre cómo detener a sospechosos de terrorismo, pero sobre los cuales no se tiene una evidencia muy contundente, agrega en ese sentido el investigador.

Por esa razón, explica, se decidió utilizar la cárcel de Guantánamo, que está por fuera del territorio estadounidense. “Fue un sistema que tuvo en ese momento Estados Unidos, mientras las investigaciones avanzaban y para hacer inteligencia en contra de ellos”, indica.

Haciendo mención a que EE.UU. veía como algo legal el uso de ciertas técnicas para obtener información, Palma destaca que se genera un debate grande en torno a la efectividad de la tortura.

“Una de las grandes conclusiones es que estas técnicas no necesariamente son exitosas, y que las personas bajo presión terminan diciendo lo que los interrogadores quieren escuchar, sea o no sea verdad”, analiza Palma.

Lo anterior generó una crítica enorme contra EE.UU. y de allí la iniciativa del expresidente Obama de cerrar Guantánamo en los primeros días de su gobierno.

“Pero ni siquiera él pudo cerrarlo, a pesar de que era su promesa de campaña y a pesar de firmar un documento, el problema de qué hacer con estas personas bajo la legislación era tan complicado que no se pudo cerrar y sigue existiendo en la actualidad como punto de concentración de sospechosos de terrorismo”, remarca el docente universitario.

Sumado a ello, Palma llama la atención en el hecho de que se demostró que muchas veces mantener sospechosos de terrorismo en puntos de concentración era “contraproducente”.

En ese sentido, recuerda que desde las cárceles no solo de Guantánamo, sino en Iraq y Afganistán lo mismo que Abu Ghraib, sirvieron para radicalizar a las personas que se encontraban recluidas allí.

De hecho, apunta que varios miembros de la cúpula del Estado islámico interactuaron y planearon ataques contra Occidente, bajo vigilancia de Estados Unidos dentro de una prisión.

 

Elemento disuasorio

Suelen Castiblanco, investigadora y docente de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad de la Salle, opina que Guantánamo se convirtió en ese último bastión físico del poder estadounidense en el sistema internacional.

“Entonces, en esa medida, Guantánamo ofrece a Estados Unidos una fuente de presencia internacional y de orgullo al ser capaces de mantener un escenario como este”, dejando aislados a terroristas.

Para ella, parte del temor que inspira Guantánamo está asociado a la filosofía “kafkiana (absurda)’, de que los procesos inician pero no se sabe cuándo van a terminar. Y dice que por ello EE.UU. utiliza Guantánamo como un “elemento disuasorio” al mundo árabe. En ese sentido, añade que mientras no resuelvan sus conflictos con el mundo árabe, Iraq, Afganistán, Siria o la amenaza de Estado Islámico no sea totalmente erradicada y grupos fundamentalistas no desaparezcan de la escena internacional, la cárcel de Guantánamo seguirá presente.

 

Cifra

380 millones de dólares  cuesta al año mantener a 40 prisioneros musulmanes que permanecen en la base.

 

Dato

Un juez fijó fecha para el llamado “juicio del siglo”: el 11 de enero de 2021 serán juzgados cinco acusados del 11-S, en la base militar de  Guantánamo.

Credito
ÁNGELA CASTRO ARIZA

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