Cataluña: ¿se trazan puentes o cuerdas flojas?

VANGUARDIA - EL NUEVO DÍA
Podría considerarse que el Gobierno central español movió sus piezas de tal manera que ha puesto a los catalanes en situación de enfrentarse con sus propias instituciones. Para algunos expertos, los últimos hechos llevan a pensar en una situación en la que todos se sientan perdedores.

Al día de hoy la situación catalana resulta de las más interesantes en lo que se refiere al juego político. Igual a esos ajedrecistas que, cuando sutiles, son atravesados por un huracán de emociones al mismo tiempo que su rostro sabe mantenerse imperturbable, los dirigentes españoles y catalanes se enfrentan en un juego sin precedentes. Las calles, por su parte, convulsionan ante la mirada atónita de miles de turistas que no esperaban tal revuelta ciudadana.

A la policía autonómica de Cataluña, conocida como Mozos de Escuadra, se la puso entre la espada y la pared desde que fue acusada de no cumplir a cabalidad o de sabotear directamente las medidas impulsadas por el gobierno central español, por aquel entonces en cabeza de Mariano Rajoy, durante el referéndum de 2017.

Después de decenas de protestas que recogen la inconformidad general por las condenas proferidas en contra de los organizadores del mencionado referéndum, las cosas se complican más y más. De un lado, los ánimos de algunos manifestantes, en su mayoría jóvenes, están harto caldeados, mientras que, de otro, los Mozos de Escuadra se ven presionados por su supuesta falta de contundencia en los pasados hechos. Con la memoria fresca por los procesos abiertos y las sanciones impuestas después de 2017, a los Mozos se les presiona para que den resultados, que no se traducen en otra cosa que en una mano de hierro ante cualquier desmán.

Desde luego, cuando estos dos factores se encuentran no puede sino darse una explosión de violencia callejera que, repleta de palos, piedras, canecas incendiadas y gases lacrimógenos, nos hace a todos contener la respiración.

Así, aunque la gran mayoría de ciudadanos se manifiesten pacíficamente, el resultado de la explosión callejera provocada por un pequeño grupo no es otro que el de una percepción de violencia generalizada que puede opacar la legitimidad del independentismo, al mismo tiempo que dársela a quienes abogan por la unidad. La astuta jugada política que el gobierno central ha sabido ejecutar enfrenta a los catalanes con sus propias instituciones, las cuales, paradójicamente, están en su totalidad compuestas no de españoles sino de catalanes que nada tienen que ver con los reveses que su lucha sufre por estos días.

En 2015, la profesora Anna Stilz, de la Universidad de Princeton, propuso la teoría asociativa como una nueva forma de comprender el derecho a la libre autodeterminación de los pueblos. Los individuos de una cierta comunidad, juntos en amplia mayoría, se asocian seriamente para plantear, defender y realizar un proyecto y unos objetivos comunes. Según la profesora Stilz, cuando se reúnen tres condiciones determinadas es posible hablar de la viabilidad de la autodeterminación de una comunidad.

En primer lugar, debe existir una relación de clara cooperación política; en segundo lugar, la cooperación debe sustentar instituciones por medio de las cuales se puedan proteger los derechos básicos de sus miembros; en tercer lugar, los individuos que se encuentran cooperando políticamente deben hacerlo libre y autónomamente.

Según lo dicho, el independentismo catalán parecería reunir las condiciones, si no para alcanzar su objetivo a mediano plazo, sí al menos para solicitarlo con total legitimidad.

Con todo, la profesora Stilz agrega que el asunto se complica cuando la autodeterminación se piensa desde una perspectiva nacionalista, como sucede ahora en algunos lugares de Cataluña. Ante el problemático nacionalismo español, a ciertas facciones se les ocurrió fantasear con la nación catalana.

¿Por qué es problemático el nacionalismo? La historia está plagada de los ejemplos de su sinrazón, aunque para Stilz la clave radica en algo más elemental. Una teoría nacionalista de la autodeterminación siempre sostendrá que las fronteras culturales deben ser iguales a las fronteras estatales, argumento que queda rebatido por la historia y por la geopolítica actual. En efecto, Estados plurinacionales los hay en muchos lados. Para no ir muy lejos de aquí, Galicia se siente cómoda dentro de España y en Bélgica tres «naciones» diferentes con tres lenguas distintas conviven amablemente.

Así mismo, Baviera no se siente menos parte de la República Federal Alemana pese a contar con un dialecto propio y parecerse sus habitantes más a los tiroleses de Austria y del norte de Italia que a sus compatriotas del centro y del norte.

A la luz de lo anterior, para algunos la legitimidad del independentismo transita por una zona gris, mientras que para otros está más que clara. Lo triste de la situación es que, bajo las reglas de juego actuales todos perderán, incluso si hay nominalmente un sector ganador y otro perdedor.

Finalmente, están aquellos que solo le auguran prosperidad duradera a España si ella se desenclava de una vez por todas de su centralismo y se federaliza. Pero, recordando a Machado ¿no es esto ajeno a «toda manera española»? Aunque no es fácil, si el Estado español quiere salir adelante deberá encontrar el sosiego necesario para reformular todas las premisas bajo las cuales viene operando.

 

Dato

Cataluña tiene su propio gobierno regional, su propio parlamento local, bandera e himno, idioma propio y su propia fuerza policial.

 

Dato

Las protestas estallaron el 14 de octubre, después de que nueve líderes independentistas catalanes fueran sentenciados a penas de entre 9 y 13 años de prisión por el Tribunal Supremo.

Credito
VANGUARDIA

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