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Ayer, la Policía del Capitolio solicitó una extensión de 60 días de los miembros de la Guardia Nacional desplegados en la capital estadounidense y que en principio tenían previsto retirarse el 12 de marzo.
“La Guardia Nacional debería quedarse todo el tiempo que fuese necesario”, afirmó en una conferencia de prensa ayer Nancy Pelosi, la presidenta de la Cámara de Representantes, cámara que precisamente canceló sus actividades hasta la próxima semana por la reciente amenaza.
Desde que el pasado 6 de enero una turba de seguidores del expresidente Donald Trump tomaron violentamente el Congreso, en unos tumultuosos acontecimientos que dejaron cinco muertos y cuyas imágenes dieron la vuelta al mundo, el Capitolio parece más una base militar que la sede del Legislativo estadounidense.
Los asaltantes esgrimieron quejas, alentadas por el propio Trump sin evidencia alguna, de fraude en las elecciones presidenciales de noviembre pasado.
Ayer en los alrededores del Capitolio, según pudo constatar Efe, solo se veía a periodistas, ocasionales corredores y algún turista que tomaba fotos con su teléfono de la impensable estampa.
Por su parte, y también en una rueda de prensa, la portavoz de la Casa Blanca, Jen Psaki, remarcó que “la amenaza de extremismo violento doméstico, particularmente de carácter racial y por extremistas antigubernamentales, no comenzó y culminó el 6 de enero”.
“El actual ambiente de elevada seguridad en la capital es una ilustración de ello”, aseguró Psaki.
La Policía del Capitolio alertó el miércoles que obtuvo información de Inteligencia que “muestra un posible complot de una milicia identificada para irrumpir ayer”.
En Florida fue arrestado un “peligroso supremacista blanco”. Espera juicio por porte ilegal de armas.
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