Vacíos de la Reforma Tributaria

El debate sobre la reforma tributaria ha sido amplio y extenso en lo que se refiere a su contenido, es decir sobre lo que tiene el proyecto, pero ha faltado análisis y discusión sobre lo que no tiene el proyecto, porque nunca estuvo incluido o porque en el Congreso peluquearon el texto propuesto por el gobierno.

Un punto de referencia para analizar que es lo que le falta al proyecto que está a punto de ser aprobado en el Congreso son los múltiples diagnósticos que sustentaban la necesidad de una reforma tributaria integral, como lo que se estaba preparando al inicio de la administración Santos.

Lo primero que hace falta es un esfuerzo de simplificación del farragoso estatuto tributario que hoy es una colcha de retazos con cerca de 900 artículos además de unas 136 normas adicionales que lo complementan. El proyecto actual va a empeorar esta situación con 192 artículos, unos nuevos y otros que sustituyen o modifican el anterior, que van a hacer todavía más compleja y difícil la comprensión del régimen tributario.

Tampoco se está aprovechando la oportunidad para aumentar el recaudo tributario, en un país donde los impuestos son solo el 16 por ciento del PIB, frente a más del 20 por ciento en algunos de los vecinos.

Lamentable, porque la actual bonanza fiscal puede terminar si caen los precios internacionales del petróleo y carbón, dejando un hueco difícil de tapar en las finanzas públicas.

Ejemplos de lo que se debería incluir en un proyecto para aumentar los ingresos son el impuesto a las remesas de utilidades de empresas extranjeras, que se eliminó sin ninguna justificación en los años de la confianza inversionista, o el necesario incremento de las regalías mineras para hacerlas por lo menos similares a las del petróleo.

Se echa de menos también una postura más radical contra la grandes desigualdades en la de la sociedad colombiana. Es cierto que se tratan de corregir un poco aumentado la carga tributaria de los asalariados y personas naturales, pero al mismo tiempo se disminuyen los impuestos a las empresas con lo cual se benefician de manera injustificada los receptores de dividendos. Si va a darse una ligera mejoría en la distribución del ingreso, pero solo por una redistribución de las cargas entre los más pobres y la clase media y media alta, sin que se toque a los más ricos.

El otro problema de la reforma es lo que en el Congreso han propuesto quitarle al proyecto original del gobierno. Para solo citar un par de ejemplos, se eliminó el impuesto a las altas pensiones que solo benefician a congresistas y magistrados de las altas cortes y un congresista conservador propuso, aunque todavía no se ha aprobado, que a los funcionarios públicos (otra vez los congresistas y magistrados) no se les aplicaran las reglas del nuevo impuesto (Iman) de las personas naturales. Además, en materia de IVA son muchos los cambios propuestos para defender intereses particulares.

Existen casi 400 propuestas modificatorias al texto presentado a las plenarias del Congreso, que deben ser tramitadas en solo dos días de sesiones extras. El gran riesgo es que la reforma quede convertida en un arbolito de navidad al que cada congresista le cuelga su adorno, y por la urgencia innecesaria de hacerla aprobar, se cuelen micos en el pupitrazo del último día y se repita otro fiasco como el de la reforma a la Justicia. Tiene razón la Contralora cuando pide más tiempo para el análisis y debate de un proyecto tan trascendental.

Credito
MAURICIO CABRERA GALVIS

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