Palabras inútiles

La discusión sobre la objeción de conciencia es en extremo problemática, y en Colombia estamos lejos de lograr una posición clara y contundente sobre cómo manejar esta situación que se deriva del derecho fundamental de la libertad de conciencia.

Tal vez frente a la obligación del servicio militar es donde más se ha avanzado, sin que se resuelva del todo. Sin embargo, estamos ahora frente a un uso que quiere generalizarse para evadir y desconocer los derechos fundamentales de los demás.  Tenemos dos casos recientes, como son los de intentar que se reconozca objeción de conciencia frente al aborto legal y sobre el matrimonio –o como se quiera llamar- entre personas del mismo sexo.

 

Estoy convencido de que la objeción de conciencia es relativa y no puede ir hasta la negación de un derecho reconocido por el Estado a terceras personas. En el caso de notarios y jueces sería una postura inadmisible, y si un presunto candidato a estos cargos públicos tan sensibles exhibe una conducta de estas, pues debería abandonar el cargo.

 

Su objeción de conciencia para cumplir la Constitución y la ley de manera parcial y fragmentaria, sería suficiente para que no pueda ejercer un cargo de esta naturaleza.

 

En el caso del aborto legal, es más comprensible que un médico objete, poniendo ante todo su moral por encima del derecho de los demás.

 

Lo que no puede entenderse es que instituciones de salud nieguen ese derecho con argumentos morales, casi siempre muy dudosos, no sólo frente al propio derecho del aborto legal, sino de muchas otras prácticas médicas. Cinco millones de firmas han recogido para que el Congreso reverse el derecho del aborto legal, que pondría a Colombia otra vez en el siglo XIII. 

 

No es posible examinar la conciencia de esos cinco millones que quieren hacer prevalecer sus creencias sobre la totalidad de habitantes de este país. Vaya uno a saber cuántos han usado del aborto legal o ilegal. Yo creo que no es legítimo ni moral usar la objeción de conciencia para constreñir o desconocer los derechos de los demás.

 

A ese paso terminaríamos con el Estado social y constitucional de derecho. Ya suenan también los tambores que por poco quieren convertir en criminales y delincuentes a los fumadores. No sé, pero les veo una aureola de puro fascismo a todas esas medidas. O al menos una doble moral y una enorme hipocresía.


Credito
ERNESTO RUEDA SUÁREZ

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