Perdimos el rumbo

Ya hay signos preocupantes de una desaceleración de la economía global en la que el precio de los comodities empieza a perder terreno.

En el inicio del gobierno Santos muchos uribistas no creíamos que el Presidente se fuera a apartar de los postulados que lo llevaron al poder. La distancia que el mandatario tomaba de Uribe y los nombramientos hostiles al uribismo que hizo en su gabinete, dejaban un tufillo de deslealtad y mal sabor, pero nunca pensamos que eso significara derogar todas aquellas políticas en virtud de las que su predecesor hizo de Colombia un país exitoso y enrutado en el camino correcto. Ahora sabemos que Santos fue un caballo de Troya político para el ‘uribismo’, con consecuencias nefastas para el país.

El deterioro en la seguridad es una consecuencia natural de su obsesiva determinación por sentarse a dialogar con el terrorismo. Los laureles de una paz negociada y lo que eso pueda significar en sus aspiraciones personales futuras en la ONU, le han nublado el juicio. Por cuenta de ese delirio se está destruyendo todo lo que con tanto sacrificio logro este país en el gobierno del presidente Uribe y le está dando ventajas a las guerrillas para prolongar e intensificar la guerra que vivimos. Es indignante ver la posición del Presidente frente ante las FARC, que, como a las deidades antiguas, les ofrece sacrificios para aplacar su ira e implorar su cordura. Pequeños sacrificios en la edificación de su gloria, dirá el Presidente; unos soldados masacrados desde la frontera en La Guajira mientras se refocila con el dictador que protege a los asesinos, unos kilómetros cuadrados de plataforma marítima para Nicaragua, unas declaraciones exculpándolos por el atentado a Fernando Londoño, un marco legal que garantice su impunidad, o el retiro del fuero militar de la reforma a la justicia, para mencionar algunos.


En la economía se avizoran también negros nubarrones. La incapacidad del presidente Santos de hacer un gran consenso popular en torno a un propósito (como lo hizo el presidente Uribe en torno a la seguridad), lo ha llevado a hacer el consenso con las cúpulas políticas, que han sido inferiores a su responsabilidad histórica y se han dejado comprar por los billones de pesos en mermelada que emanan de una bonanza petrolera temporal.


Ya hay signos preocupantes de una desaceleración de la economía global en la que el precio de los comodities empieza a perder terreno. El precio de los futuros del acero en la bolsa de Shanghai, por ejemplo, está en sus más bajos históricos. La bonanza se va, pero el descomunal aumento de la burocracia en 11 mil puestos se queda, como se queda la ley de víctimas que reparte 50 billones al detal, sin que eso signifique nada en términos de lucha contra la pobreza o en mejoría de la competitividad del país. Pero también se queda la Ley de Tierras, que esta desincentivando la inversión en el campo, produciendo una avalancha de importaciones de alimentos sin precedentes. Y como si fuera poco, el resurgimiento de la violencia puede amenazar la virtud más clara del TLC, que es la gran inversión local y extranjera con miras a producir acá para vender en el mercado norteamericano, con lo cual podríamos quedarnos solo con los costos de ese tratado y se destruirían cientos de miles de puestos de trabajo.


El círculo virtuoso que entrego el Gobierno de Uribe de seguridad, confianza inversionista y política social, se ha reemplazado por uno vicioso de inseguridad, desconfianza e insostenibilidad de la inversión social. La confianza está dando paso a la desesperanza. La gran masa que se ubica en el centro democrático está tornando hacia el presidente Uribe nuevamente en busca de respuestas. Esperemos a ver qué pasa…

Credito
FRANCISCO JOSÉ MEJÍA

Comentarios