¡Qué vergüenza de reforma!

Fue tanta la desfachatez con que actuó la aplanadora santista en el Congreso, y tan aberrantes los cambios que terminaron por introducirle los conciliadores de Senado y Cámara a la que era una insulsa reforma a la justicia,

que el propio jefe de la banda, perdón… de la bancada, el presidente Santos, no pudo resistir el desbordado cúmulo de rechazos que tan vergonzoso acto legislativo generó, tanto nacional como internacionalmente, y se vio obligado a objetar el proyecto.



No era para menos. La impunidad y las gabelas campeaban en el texto aprobado. La violación al régimen de inhabilidades, por ejemplo, ya no causaría la pérdida de la investidura a los congresistas, y, por toda sanción, los infractores solo serían objeto de una suspensión por el término de un año.    

En igual sentido, el filo de la justicia quedaba pendiendo exclusivamente sobre el ciudadano del común, pues, a partir del acto legislativo, los organismos de investigación y acusación nada tendrían que hacer ante gobernadores, generales, ministros, representantes, senadores y magistrados, quienes solo podrían ser detenidos después de unos engorrosos trámites, siempre y cuando concluyeran en una resolución de acusación.

Lo de esperarse entonces no sería otra cosa que la suspensión de más de mil quinientas investigaciones que en el momento se adelantan contra funcionarios aforados, la inmediata preclusión de buena parte de tales investigaciones y la excarcelación de los sindicados, ya que ni siquiera fue aprobado un régimen de transición que preservara lo actuado.

Si todo lo anterior no es legislar para la impunidad, ¿cómo puede llamársele?  

El país debe permanecer alerta. No sabemos hasta dónde el presidente Santos tan solo esté aparentando lavarse las manos con su arrebato de objeciones, y en lo íntimo de su ser tenga el deseo de aprovecharse del berenjenal jurídico en que quedó el país para transmitirle un mensaje contrario a su bancada, todo con el ánimo de que prevalezcan los aberrantes entuertos que contiene el Acto Legislativo.

Pero el pueblo ha venido tomando consciencia de que la solución está en su más activa participación, pero ahora orientada a derogar la reforma y revocarles el mandato a los congresistas que tan aviesamente le dieron su voto favorable. En tal sentido, el Polo Democrático Alternativo ya acogió el referendo como procedimiento para lograrlo. Puede ser, y de ponerse en curso, hay que apoyarlo. Pero también está ocupando sitial de honor en la agenda popular el paro cívico nacional, hacia el cual está trabajando la Marcha Patriótica. Son procedimientos que, al contrario de contraponerse, se complementan, y sobre los cuales nuestro pueblo sabrá ponerse de acuerdo. Ojalá no haya obstáculos en las alturas.

Credito
RODRIGO LÓPEZ OVIEDO

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