Dignificación del tamal y sus productores

Entre lo más representativo de nuestra gastronomía, el tamal hace dúo con la lechona.

Para un tolimense olfatear un delicioso aroma de tamal, es evocar solariegas casonas de abuelos en donde se degustaba la apetitosa e inolvidable vianda, acompañada de chocolate sin leche, achiras, almojábanas, pancito y queso.

Entonces, como homenaje a nuestras atávicas familias, tenemos obligación de dignificar, tanto al emblemático producto como a quienes lo producen, igual como  otras regiones colombianas y del mundo lo hacen con su ancestral culinaria.


Por Decreto municipal (no lo encontré) que exige presentar producto de libra, con 150 gramos entre res, cerdo y pollo, más rodaja de zanahoria, huevo y papa, en 2002 se institucionalizó el 24 de junio como “Día del Tamal”.


Parece que en contraprestación, también demanda a cada participante entregar 10 tamales a la Alcaldía. Si fuese veraz, es una anomalía porque el cobro debe ir a las arcas del Municipio y no a barrigas privadas.


Y, no se diga que son las de Gobernador, Alcalde y concejales, porque este año y, como debe ser, ellos pagaron lo consumido. Otra cosa sería si esa donación llegara a instituciones benéficas.     


Con excelente apoyo de la Alcaldía y organización de Acodres se llegó a la décima versión. La agremiación, más que imponer, acompañó en la organización  a la naciente Asociación de Tamaleros de Ibagué, microempresarios permanentes del oficio, con Rut y registro en Cámara de Comercio.


Vinculó al Sena para capacitarlos en prácticas manufactureras, manipulación de alimentos, producción, almacenaje, manejo de inventarios, aspecto personal, presentación de producto y servicio al cliente.


Y, agregó motivadores concursos como Hoja de Oro y Plata para las mejores preparaciones, tamal más grande y más pequeño y pintura infantil sobre el tema.  


Fue notoria la receptividad a nuevos conocimientos y la concientización de la responsabilidad asumida como preparadores y oferentes de la gastronomía estrella del Tolima.


Y, aunque cicateros medios radiales, montaron absurda película porque un tamal cuesta cinco mil pesos, el tiro les salió por la culata. El público respondió masivamente, pues las 750 sillas dispuestas siempre estuvieron ocupadas.


Pienso que una dispendiosa preparación que conlleva mínimo dos días, debería incluso valer el doble, o sea, igual al precio de una foránea y pinche hamburguesa, preparada en escasos minutos y acompañada por hoja de lechuga y pan desabrido.


Es que, generalmente, el tamal lo producen famiempresas. Me pregunto, con precio irrisorio ¿cómo pagan servicios, devengan salario y aportan a salud y pensión, quienes ocupan el menester en cada grupo familiar?


Porque si quien fabrica tamales, no mejora nivel de vida ejerciendo el oficio, nos debería avergonzar incluir la vianda como producto singular del Departamento.


Y, también, nos debería avergonzar pretender posicionar turísticamente a Ibagué y al Tolima como destinos gastronómicos. 

Credito
AMPARO MARGARITA MORALES FERIA

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