Bacteriología social

Basta encender una radio o un televisor a la hora de las noticias para encontrarse con un panorama político desolador.

La política en Colombia se comprende como la labor de los políticos que, por el común de la gente, se entiende de manera unívoca como corrupción. Y no es un sentimiento infundado.

La última Reforma a la Justicia exacerbó la paciencia del ciudadano de a pie que vio cómo un Congreso amangualado, llenó de “micos” un proyecto que cambiaba nuestra Constitución Nacional para favorecer sus intereses más mezquinos, promoviendo una impunidad artera, con la complicidad de las otras ramas de poder público que miraron hacia otro lado y se rasgaron las vestiduras cuando se desató la furia popular.

Estos hechos y otros similares han logrado que la política se perciba como algo desagradable, maloliente, grotesco, sinuoso y ruin. En otras palabras, que se perciba como “excremento”, por no decir otra palabra.
    
Así pues, los politólogos nos hemos convertido paulatinamente en “bacteriólogos sociales”. Somos quienes con mucho cuidado estudiamos ese “excremento”.

De eso vivimos. Debo decir con orgullo, que eso hace que nuestra labor sea cada vez más importante, necesaria y útil.

Los politólogos generamos la habilidad para diagnosticar los males políticos que aquejan a la sociedad. Detectamos los focos de infección criminal en el marco de una estructura piramidal de élites dominantes.

Escarbamos con cuidado la información para deconstruir la realidad con la que los medios de comunicación nos bombardean todos los días y hacemos de esa realidad un objeto de análisis comprensible para los ciudadanos en general.

Los politólogos somos los intérpretes del caos en las sociedades en donde la política se da desordenada, intrincada y algunas veces nociva.

Los politólogos llevamos el delantal de los periódicos y cargamos un macroscopio científico que nos permite hacer deducciones e inducciones lógicas para darle sentido al acontecer local, regional, nacional y global con herramientas de estudio amplias y sofisticadas.

La Ciencia Política es mucho más que una conversación amena sobre lo que se ve en los diarios y noticieros.

Es el análisis juicioso que va más allá del diagnóstico. Del estudio politológico se obtienen los insumos que construyen alternativas de solución a las complejas problemáticas de nuestra sociedad.

Y la política no es ese “excremento” en el que la ha convertido el ejercicio de unos pocos irresponsables. Es la esencia estructural de la convivencia. El deber ser de la Política reposa en la sabiduría clásica de Aristóteles que la concebía como el medio para alcanzar “el bien común”.

Y el ser, que no es perverso per se sino por las intenciones de sus ejecutores, lo plasmó Nicolás Maquiavelo en el siglo XVI en su magna obra “El Príncipe”.

Los politólogos estamos, como los bacteriólogos, explorando el “ser” para soñar con fundamento y convicción en el “deber ser”: Un mundo más sano.

* Director del Programa de Ciencia Política de la Universidad de Ibagué.

Credito
ANDRÉS FELIPE GIRALDO LÓPEZ *

Comentarios