Oportunidad de oro

Reitero que así nos gusta ser, y a propósito de generación de empleo, no hacemos presencia caracterizada, cuando el fenómeno contrario se presenta, es decir, la desinversión.

   Hace pocos días resolví escribir una nota en este medio invitando a un debate sereno sobre el proyecto de explotación de oro en Cajamarca. Después de esa publicación recibí comentarios diversos. Unos de oposición total, otros con lenguaje tranquilo manifestando desconfianza y otros, los de los cercanos a organizaciones ambientalistas, verdaderamente duros, rabiosos, enceguecidos en el tono incontrolado de cada palabra y con los argumentos de siempre: ¡Se va a acabar el agua!, ¡se va a contaminar!, ¡se van a acabar las reservas forestales!, ¡se va a envenenar al Departamento con mercurio!... ¡no se va a generar empleo! Al tiempo aparecieron críticas malintencionadas contra el Gobierno departamental, porque con la apertura de una convocatoria para recibir propuestas para el plan de desarrollo minero regional se estaban abriendo las puertas para que la empresa inversionista en La Colosa de Cajamarca pudiera entrar a destruir nuestra región.


    Vaya novedosa manera de acompañar sus argumentos extremistas contra una actividad legítima, que forma además parte importante del Plan Nacional de Desarrollo del país y soporte del buen momento económico que vive la nación. Pero así solemos ser los tolimenses. No se nos ocurre pensar en la identificación de oportunidades favorables y positivas, pero sí amenazar con anuncios de que, ante una inversión que difícilmente volveremos a sentir en nuestro territorio, solamente quedaremos con destrucción, envenenamiento del agua, prostitución y desempleo.


    Reitero que así nos gusta ser, y a propósito de generación de empleo, no hacemos presencia caracterizada, cuando el fenómeno contrario se presenta, es decir, la desinversión. Recordemos que la planta de Bavaria de Chapetón se fue de nuestra región, y sus equipos y activos generadores de mano de obra desfilaron, ante los ojos de los tolimenses, sin que fuéramos capaces de evitarlo, con la misma ardentía que hoy se esgrime en este caso minero que comento. Años después, el cortejo siguió con las empresas creadas y fundadas con los estímulos que la ley ofreció a raíz de la reconstrucción social que fue necesario acometer por la catástrofe de Armero. En esta oportunidad, no nos importó el desempleo que se generó y no hicimos nada para evitarlo.


    En los años recientes la desinversión continuó con la desaparición de las empresas creadas, en asocio de capitales antioqueños, talento tolimense y endeudamiento privado en los dos departamentos, que llevaron a nuestra tierra a convertirse en la segunda región textil de Colombia. Con todas las actividades sectoriales integradas, cultivo del algodón, hilandería, tejeduría, tintorería, confección y exportación, el sueño industrial y el empleo desaparecieron, pero los defensores tampoco se vieron.


    Este relato me permite insistir en que seamos positivos y constructivos y no utilicemos elementos distractores para cumplir una misión de oposición porque sí. Sabemos que la contaminación de nuestras aguas tiene otros orígenes sectoriales que deberían ser controlados y que no se han debatido. Sabemos que la contaminación y la depredación de nuestra riqueza ambiental provienen también de actividades ilegales. Sabemos también que a un Gobernante de las calidades y conocimientos profesionales como los del Gobernador actual del Departamento no lo podemos obstaculizar con acusaciones políticas ni con amenazas por cumplir con una tarea imparcial como es la contratación de un trabajo que nos traerá, a no dudarlo, elementos valiosos que la intransigencia no nos deja conocer.

Credito
Yesid Castaño González* *Exgobernador del Tolima

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