El debate de la eutanasia (II)

La realidad de la eutanasia, muerte por piedad, se reduce al sufrimiento insoportable de una persona, paciente, sujeto pasivo, indefenso ante el dolor producido por una enfermedad terminal para la cual no existe curación ni alivio ninguno que pueda proporcionar el médico, sujeto activo, a cargo de este paciente.

La realidad de la eutanasia, muerte por piedad, se reduce al sufrimiento insoportable de una persona, paciente, sujeto pasivo, indefenso ante el dolor producido por una enfermedad terminal para la cual no existe curación ni alivio ninguno que pueda proporcionar el médico, sujeto activo, a cargo de este paciente. Es el caso de varias enfermedades pulmonares crónicas que en su curso van reduciendo los pulmones a una masa fibrosa incapaz de procesar el oxígeno necesario para respirar; lentamente el paciente va cayendo en una asfixia intolerable (disnea) y el oxígeno que se le puede proporcionar no trae ningún alivio; en este estado el pronóstico de vida puede ser de unos pocos meses en los cuales el sufrimiento atroz no puede ser tratado. Son pacientes mayores que han sido fumadores, han trabajado toda su vida expuestos a sustancias como el asbesto, el polvo de carbón o cualquier otra sustancia semejante. Existen enfermedades raras del pulmón como la fibrosis intersticial. El médico o los médicos tratantes no tienen posibilidades de disminuir el sufrimiento. No existen medicamentos y el paciente, por edad y costos no es sujeto de un trasplante de pulmón. Lúcido, pide que le supriman el sufrimiento y lo ayuden a bien morir (eutanasia). Está amparado por la legislación de sus país, tanto él como su médico.

En otros casos algunos tipos de cáncer, no todos, se comportan con una crueldad semejante a la tortura; en su fase terminal la intensidad del dolor es de tal magnitud que medicamentos provenientes del opio, como la morfina, solo proporcionan un alivio temporal; solo unas horas para regresar con mayor intensidad; son tenazas candentes que oprimen uno o varios órganos; el paciente se encuentra con su organismo deshecho por los tratamientos de radiación y quimioterapia y ya no responde a los procedimientos iniciales. En el pasado por alguna circunstancia familiar o de amistad con alguien informado, había firmado un documento denominado “Mi testamento”, proporcionado por una asociación de personas pertenecientes a las fundaciones por El Derecho a Morir Dignamente. Pide por favor que le supriman el sufrimiento aludiendo que es su voluntad y que el país en que se encuentra tiene legislación para proteger su decisión de morir; no desea sufrir la crueldad de su enfermedad por más tiempo. 

Enfermedades degenerativas del sistema nervioso pueden conducir a una persona en el curso de unos pocos años a convertirse en un ser inanimado incapaz de moverse y conectarse con el mundo exterior. Dependiendo respiradores y otro tipo de artefactos se le hacen funcionar sus órganos vitales, corazón y pulmones; se le alimenta mediante una sonda que ha sido puesta en el abdomen hasta llegar al estómago. Su cuerpo se ha llenado de escaras y cada vez es más difícil tratarlas. No hay control de esfínteres y quienes tiene a su cargo los cuidados que requiere, generalmente el familiar más cercano, se encuentran agobiados por la carga de muchos años. En consejo de familia y médicos conocedores de sus responsabilidades éticas, deciden retirar los soportes artificiales que hacen palpitar un corazón y respirar unos pulmones artificialmente. 

Sobre esta cruda realidad se dan todo tipo de debates que en nada ayudan a quien sufre una atroz enfermedad terminal.     
 


Credito
PABLO ISAZA

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