Aborto y alboroto

Finalmente el Congreso se decidió a roer el duro hueso de la reglamentación del aborto como lo había pedido hace años la Corte Constitucional y sobre la cual reina demasiada confusión. Este asunto tan complejo y delicado ha levantado la misma polvareda de siempre movida más por emociones y dogmatismos que por pausados razonamientos.

Finalmente el Congreso se decidió a roer el duro hueso de la reglamentación del aborto como lo había pedido hace años la Corte Constitucional y sobre la cual reina demasiada confusión. Este asunto tan complejo y delicado ha levantado la misma polvareda de siempre movida más por emociones y dogmatismos que por pausados razonamientos. Navegamos en un mar de confusión y ambigüedad en el cual no lograremos ponernos de acuerdo ni siquiera en los conceptos fundamentales. No quiero meterme ahora en semejante berenjenal, limitándome a clarificar dos asuntos muy poco analizados, a saber:

. ¿Cuál es el fin del Estado y en particular su función en este asunto?

. ¿Dónde está el problema y cuál es la vía de solución?

El fin del Estado no es “moralizar” a sus integrantes sino promover la armoniosa convivencia de los ciudadanos basado en el respeto a los derechos fundamentales. Un Estado no puede pretender dictar normas a la conciencia de sus ciudadanos. Si bien este asunto es prevalentemente ético, el Estado no puede meterse en este berenjenal donde las opiniones son innumerables. Debe considerar al aborto no en cuanto a sus aspectos “pecaminosos” sino en sus aspectos delictivos y de convivencia ciudadana. Ya la Constitución estableció cuándo no consideraba el aborto como un delito; lo que se trata ahora es de reglamentarlo o de hacer un cambio Constitucional. Alguien puede considerar el aborto como moralmente incorrecto (tal es mi opinión en casi todos los casos) pero es el Estado el que debe establecer cuándo es un delito.

Sin embargo el problema mayor está en otro lado y no se resuelve mediante simples concesiones, prohibiciones o reglamentaciones. Se trata de resolver un asunto gravísimo de salud física y social, cual es la profusión de embarazos irresponsables o no deseados, el embarazo de las adolescentes, la desprotección de las mujeres embarazadas, las violaciones, los abortos clandestinos y su funestas consecuencias, el abandono de la primera infancia etc.. Estos deberían ser el centro de estas discusiones, no asuntos religiosos o filosóficos que saben a bizantinismo, en los cuales no nos pondremos de acuerdo, generadores de confusión y pérdida de tiempo.

¿Cómo resolver los verdaderos problemas, cómo paliar sus consecuencias y principalmente cómo prevenirlos? Lo sabemos: es asunto de una educación que promueva conciencia sobre el valor y respeto a la vida, una cultura de convivencia y responsabilidad, y además crear condiciones sociales dignas y una legislación que no quede en letra muerta que proteja particularmente a la mujer embarazada y a la primera infancia. ¿Estamos caminando hacia allá? Lamentablemente no lo creo.

Credito
REINALDO SUAREZ DIAZ

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