El derecho a la sandez

Se relaciona con la libertad de expresión, sin duda. Cada quien modula sus actuaciones y manifestaciones en función de su propio límite del ridículo

- alguien me dijo un día que inteligente no es quien poco ignora o quien puede resolver fácilmente problemas, sino quien sabe detenerse justo en la frontera del absurdo-.

Que todos tengamos derecho a decir lo que pensamos, es un principio incuestionable, lo que no quiere decir que sea absoluto. Claro, además de limitar las sandeces por conveniencia y autoestima, no se pueden decir frases calumniosas de otro, no se pueden pregonar instigaciones al delito, no se puede promover el pánico económico de una sociedad capitalista y, así, hay muchos más casos de “no se puede” que caben en la escena de pleno respeto a la libertad de expresión.

Esta semana, movidos por la conmoción del fallo de La Haya, oímos a ex funcionarios y funcionarios públicos  –a quienes toca de mayor manera la mesura en la expresión-, lanzarse con tumbos sobre lo que “piensan” de una decisión judicial internacional, como si todo eso no lo hubiesen debido calcular y mitigar al diseñar la estrategia jurídica. El fallo está bien en un pedazo y en otro no, no acataremos la decisión, vamos a negociar el fallo con Nicaragua; posturas todas admisibles en estudiantes de bachillerato; de ahí en adelante son sandeces. Tal vez no sean frases ilícitas, depende de qué tanto se pongan en práctica. Imposible tratar aquí todas las variables de la delimitación marítima alrededor del meridiano 82.  

Para ir más allá de la majadería, el senador Gerlein en pleno Congreso de la República –lo que es agravante, en lugar de atenuante-  introduce al debate sobre el matrimonio de parejas del mismo sexo, sandeces sobre el aseo o suciedad del sexo entre mujeres o entre hombres, respectivamente. Con o sin matrimonio hay que bañarse, senador,  y tranquilo, con votar favorablemente la ley nadie lo va a obligar a casarse con un hombre. Es más, ningún homosexual se lo propondrá ya sabiendo de sus problemas excrementales en la cama; ah, y eso de que “el sexo entre ellas no es nada”, lo deja mal parado y a ellas sin ganas de demostrarle lo contrario.

Credito
Samuel Chalela

Comentarios