Crisálida de fe

La caída sorprendente de popularidad del Presidente Santos puede implicar diferentes motivaciones, entre ellas, el paro agrario acompañado de las ostensibles manifestaciones callejeras de descontento social y la crisis ministerial, vista más como cortina de humo distractora de responsabilidades.

Si bien es cierto, la crisis del agro es una crisis estructural  que se ha incubado por décadas y que por lo tanto no puede ser atribuible a esta administración, por la complejidad que esta problemática encierra, el Gobierno nacional tiene un desafío muy grande respecto a cómo enfrentar cada una de sus circunstancias, definiendo prioridades y etapas de largo, mediano y corto plazo. 

A través de un “Pacto Nacional por el Agro” que contempla la reducción de precios en los fertilizantes, la importación directa de agroquímicos, estímulos, control de precios, entre otros, como correctivos de corto plazo,  la tarea apenas comienza, ésta debe ser complementada a mediano plazo con  otras medidas: mayor provisión de servicios públicos, de asistencia técnica, de créditos para pequeños y medianos productores; mayores y mejores vías, mayor  competitividad frente a los mercados internacionales; mayor cobertura de la administración de justicia en el sector rural,  promoción y fortalecimiento de las organizaciones sociales, para hacer más viable la aplicación de programas locales; y a largo plazo una verdadera reforma legislativa que propenda por el desarrollo del campo con mayor cobertura de seguridad social para el trabajador rural, y la implementación de estrategias que efectúen la ejecución de las misma, a través de un documento Conpes que garantice su sostenibilidad y equidad. 

Este es el camino a seguir para que nos podamos ufanar que tenemos una política integral del sector rural y no quedarnos relegados al solo discurso de la restitución de tierras. Esta propuesta es lógica, racional, contundente y consecuente, y por sobre todo involucra a todos los actores. Superar la crisis exige el concurso de voluntades de todos: del presidente, de las instituciones del Estado, las instituciones sociales y la ciudadanía, y la obligación a ignorar los discursos de quienes en medio de una situación conflictiva buscan pescar en río revuelto. 

Hagamos, entonces, de la atmósfera negra que ha venido cubriendo a Colombia, un escenario de oportunidades: sobre la agenda pública concibamos una parodia que bien podría llamarse la metamorfosis de la mariposa, donde las tres semanas de paros, bloqueos y movilizaciones sean la larva que paralizaron a Colombia y de la cual sacaron provecho los oportunistas políticos de turno y los violentos, y hoy, cuando el campo ya se ha extendido completamente a la ciudad, denominémosla  “el agro capullo” quien por fuerza de la naturaleza debe romperse para emerger de él la más hermosa de las mariposas. 

Señor Presidente, con esta visión agarremos el día de hoy como si fuese una crisálida de fe, apostémosle a ella, para que no haya improvisaciones con la roída fórmula que adoptan todos los dirigentes: “que si no hay cabezas rodantes no se puede conjurar  la crisis”. 

Pueden resultar novelescas  estas palabras, pero la esencia de la legitimidad de los gobiernos está en la confianza que se le infunde al pueblo. Las imágenes de caos y descontrol de Colombia no solo  es una coyuntura, no solo es una fotografía; también es estructura y es  radiografía de lo cimentado en gobiernos de otrora. Por ello, la responsabilidad de usted solo recae es en el manejo que se le dé al mismo, y este debe ser lo más acertado posible. En él debe exhortarse: inteligencia, prudencia, liderazgo, mayor injerencia en las regiones, mayor interacción con los alcaldes y las organizaciones. 

Señor Presidente, hay que hacer de la crisis una oportunidad, hay que mirar más allá de las cabezas visibles de su gabinete, instando a estas para que en los tiempos en que se estén implementando los cambios planteados, haya a su vez, una política de choque en sus propias Carteras: los escenarios deben oxigenarse y en todas las entidades públicas encontramos imágenes anquilosadas que solo manejan con propiedad un discurso paquidérmico, y es allí, en esos bandos medios, donde se dan las mayores tergiversaciones, los frenos, los bloqueos o se cuezan los más grandes intereses. 

Hagamos de la crisis del agro una oportunidad con una eficiente información a la sociedad civil,  para que todo lo bueno sea más visible.

Credito
ROSMERY MARTÍNEZ ROSALES - REPRESENTANTE A LA CÁMARA

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