¿Nos comerá la maleza?

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Me alcancé a emocionar de pensar que al pasar las elecciones del domingo descansaríamos de la proliferación de propagandas, vallas y sobre todo del pesado ambiente de mutuas recriminaciones, acusaciones y señalamientos que han formado parte de esta contienda electoral.

Sin embargo, recordé que vienen las presidenciales y, como van las cosas, no creo que las cosas cambien. Seguiremos sin profundidad de ideas y en la medida en que nos acerquemos al día final se radicalizarán aún más las posiciones y el debate se ira por el camino de la emoción y las personalidades. ¿Sera este un costo de la democracia? ¿O, más bien, un reflejo de su deterioro?

La reciente edición de la revista The Economist trae un suplemento acerca de la crisis de la democracia. Menciona el editorialista que aunque cerca del 40 por ciento de la población mundial vive en regímenes democráticos, éstos han sufrido un estancamiento por múltiples factores.

Se lamenta que países como Turquía, Egipto y Suráfrica no despegaron y que algunas naciones tienen elecciones, pero son más bien autocráticas. La esperanza de todos de que la democracia florecería con la caída del muro de Berlín se ha desvanecido. La crisis financiera del capitalismo en 2007- 2008 y el resurgir de China como potencia económica han oscurecido el panorama.

Según The Economist, uno de los culpables somos nosotros, los ciudadanos, que hemos exigido a los gobiernos más esfuerzos fiscales sin que nos cueste nada. Así, a punto de deuda se han subsidiado sectores, atendido las peticiones de grupos de interés y acogido banderas electorales populistas. Cuando viene la crisis reaccionamos negativamente y los gobiernos se rehúsan a implementar medidas de austeridad ante la posibilidad de pérdida de su electorado. Como resultado: más polarización e inestabilidad.

Si escudriñamos bien, encontraremos candidatos probos a los cuales podríamos confiar nuestro voto. De ahí a que estemos preparados a respaldar medidas que apunten a contribuir al bien común o a mejorar la distribución de la riqueza o a proteger las instituciones de la voracidad burocrática, quizás nos falte un trecho. ¿Cuándo veremos a los partidos ejercer un debate por méritos y protegiendo el interés nacional? Ni en nuestras relaciones exteriores, ni en política de redistribución de tierras y otras cuantas más hemos podido.

Cuidemos el voto, no vaya a ser que nos trague la maleza.

Credito
CARLOS CHAVERRA

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