Por un nuevo sindicalismo

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Desde hace varios años he vivido cerca a las organizaciones sindicales. He conocido sus luchas, reivindicaciones, persecuciones, derrotas y victorias. En general creo que se mueven motivadas por el odio de clase. Hay una clase que defender y apoyar, y hay una clase a la que hay que atacar, a la que hay que arrancarle los derechos que les han conculcado, a la que no hay que mendigarle nada sino ganarle en franca lucha cosas para mejorar condiciones de vida.

Las relaciones siempre son vistas como de enemigos, entre contradictores irreconciliables: entre patrones y trabajadores. Y cuidado con tener cercanía con los patrones. Porque es vista como una traición, una genuflexión patronal, con ser una apóstata o un renegado de clase.

Existen íconos famosos como el dirigente sindical Teófilo Forero, oriundo de Natagaima, quien fuera concejal de Bogotá varias veces, diputado de Cundinamarca y asesinado junto a su esposa. Cuenta la leyenda popular que cuando entraba a las negociaciones con los patrones, su cara era casi de piedra, su mirada se clavaba en los contradictores y nunca cedía. Sólo sonreía cuando triunfaba en sus pretensiones. Muchos sindicalistas pretenden emularlo.

Hoy el sindicalismo ha perdido muchos adeptos. Para un grupo de patrones sindicato es sinónimo de complicaciones y dolores de cabeza para su empresa. Para algunos trabajadores el sindicato es una oportunidad para que unos líderes saquen provecho personal y utilidades particulares. Creo que los sindicatos son necesarios y cumplen una valiosa función social. Pero no pueden seguir guiados por los criterios de odio de clase y de luchar hasta las últimas consecuencias, incluso sacrificando las empresas.

Trabajadores y empresarios japoneses, quienes han creado modelos empresariales exitosos, como los de “Justo a tiempo” y “calidad total” en los que ganan ambos, piensan distinto en la manera como operan los sindicatos.

Creen que los sindicatos no deben presentar pliegos de peticiones, porque son visiones egoístas de los problemas laborales, en las que si ellos ganan la empresa pierde y viceversa. Piensan que hay que evolucionar a procesos donde ambos ganen. Donde los trabajadores obtengan mayores beneficios y la productividad y ganancias de la empresa mejoren.

La idea es presentar pliegos de ofrecimientos, no de peticiones. Ejemplo. Los trabajadores ofrecen: si la empresa produce mil bultos de producto diario, qué les ofrece la empresa si ellos aumentan su producido a mil doscientos. O qué les ofrece la empresa si los trabajadores de una fábrica de confecciones se comprometen a mejorar la producción en un 10 o 15 por ciento. 

Esto es muy distinto a los pliegos de peticiones actuales en los que los trabajadores exigen aumentos de salarios, primas extralegales por enfermedad, matrimonio, nacimiento o muerte de un familiar. Prebendas para estudio o descanso. Pero siguen laborando igual y sin mayor compromiso.

Conozco muchos trabajadores que lucharon hasta que se acabó su empresa y hoy deambulan por las calles sin empleo, sin futuro y mascullando un pasado glorioso que no volverá. Considero que hay que fortalecer el sindicalismo, pero de nuevo tipo, de entendimiento, productividad y humanismo. Esto es válido para patrones y trabajadores.

Credito
AGUSTÍN ANGARITA LEZAMA

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