De la Casa de la Cultura a la Catedral Primada

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Ha muerto el colombiano más importante que ha dado esta patria, el hombre que logró confinar en sus letras nuestros universos macondianos y hacer universal nuestra particular forma de ser en el país.

En México, tierra que lo acogió cuando Colombia lo expulsaba debido a un señalamiento de presuntos nexos con el Movimiento M-19, deciden hacerle un gran homenaje en la Casa de la Cultura de México, en el templo de las artes, el sitio donde todos caben y que nos plantea el verdadero derrotero transversal a la humanidad: la cultura, la lucha por el significado, por lo que tiene sentido para las gentes.

Mientras en México se rinden verdaderos honores, en Colombia por cuenta del presidente Santos y de la Ministra de Cultura, organizan un acto fúnebre y religioso, obviando que vivimos en un Estado laico, es decir, violando principios constitucionales, pero más allá de esto, constituyendo una verdadera colombianada y una afrenta para el Nobel, crítico de la iglesia, abierto y demócrata, un hombre universal, perteneciente a la cultura y no a la religiosidad.

Con esto no quiero sonar a sectaria ni disidente de la iglesia Católica, hubiera estado bien si este acto de homenaje decide hacerlo la Iglesia como una iniciativa propia y en nombre de sus feligreses, pero no le queda bien al Presidente de una nación, que debe tener como máximo mapa de navegación y como Biblia a la Constitución Política de Colombia, la cual nos plantea un Estado laico, presentar como acto de homenaje a un acto litúrgico de la iglesia Católica.

Pero la peor colombianada, no está allí, cada vez que pensamos que en este país no puede haber nada peor, la clase política se encarga de superar cada embarrada con una más osada. Se tramitará una ley de honores en el Congreso para que Gabriel García Márquez aparezca en los billetes, en el papel moneda, en un elemento de intercambio, trueque y sinónimo de dolor, violencia, ambición y necesidad dentro de este sistema económico. El asunto no para allí, han propuesto ponerle el nombre de Gabriel García Márquez al edificio del Congreso de la República, eso si que no es un homenaje, resultaría la mayor afrenta a un hombre que dedicó su vida a la literatura, a las artes, a las letras, al amor, a los amigos, a deleitarnos y a formarnos con su exquisita pluma.

Gabo decide vivir, escribir y morir en México porque este es un país que expulsa, discrimina, estigmatiza, revoca, inhabilita en nombre de la religión, el “orden” y la “democracia”. Juzguen ustedes la distancia que hay de la casa de la cultura a una catedral. Nuestra vil metáfora de país... Todo esto que hemos empezado a hacer con la memoria de nuestro Nobel, Gabriel García Márquez, es una muestra de lo que ocurre con el manejo que le damos a todos los asuntos buenos e importantes de Colombia, lo pasamos por la política, la iglesia, la religión, el sectarismo y lo viciamos todo.

Ojalá que honremos a Gabo cada uno de los colombianos, alejados de esas payasadas politiqueras, releyendo la obra de nuestro Nobel, compartiéndola entre amigos y familiares y reviviéndola en nuestra piel e imaginación, haciéndola vida, para decir, que lo que aquí vale, no es el poder ni el dinero sino la imaginación, la capacidad de recrear, transformar, y retratar universos móviles para la eternidad a través de las artes, de la sabiduría popular y de lo que tiene sentido para cada uno de nosotros inmersos en nuestra cotidianidad o abriendo las ventanas a nuevos mundos a través de las historias y de la vida misma.

Credito
CAROLINA TRIANA

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