Ciento veintiún gestos de la guerra

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Ahmed, Arub, Ibrahin y 118 nombres más hacen parte de la terrible lista de los niños y niñas palestinos que han caído en la Franja de Gaza durante las últimas semanas, víctimas de los ataques israelíes en esta guerra cruenta que se libra en el estrecho territorio de 40 kilómetros de largo por 14 de ancho, donde se asientan más de millón y medio de seres humanos condenados a la zozobra diaria de los bombardeos y la ofensiva militar israelí contra el grupo Hamas que, como en el caso de Fuente Ovejuna de Lope de Vega son “todos a una”.

Las calles de la ciudad con sus muñones de edificios, con los arrumes de escombros y las miradas duras de los niños, son el vivo testimonio de la irracionalidad del hombre que, en pleno siglo XXI se empecina en destruir al otro, con el argumento de la “defensa nacional”, cuando han sido ellos quienes bloquean y han expropiado un territorio que no les pertenecía y que, gracias al apoyo del imperio, han convertido en guerra permanente desde hace años cuando en nombre de las naciones unidas, se constriñó la libertad de un pueblo.

En cada rostro palestino está la impronta de una resistencia apalancada por la esperanza, de una decisión política que se irrespeta desde 2007, cuando el pueblo eligió a Hamas, como el partido político que los guiaría hacia la paz, pero que recibió la condena de quienes no toleran que otras formas de pensamiento gobiernen los estados, porque no se hincan ante los intereses imperialistas.

Las cañoneras acosan a los pescadores mediterráneos que intentan extraer de las aguas el sustento para una población que se debate entre los umbrales de la pobreza y que en un ochenta por ciento recibe la ayuda humanitaria que logra evadir el cerco que las fuerzas israelíes despliegan. Los aviones descargan sus bombas sobre cualquier edificio o construcción sin importar que sea una guardería o un hospital, su objetivo es destruir la llama libertaria que arde en cada rostro infantil, en cada mujer cubierta de chales o en cada rostro hierático de los hombres que empuñan un fusil para defender sus sueños.

Por cada misil lanzado por Hamas contra Israel, Gaza recibe una bomba de una tonelada. Por cada grito de dolor de un niño palestino quemado por el fuego enemigo, la humanidad entera recibe el peor ejemplo de intolerancia y sevicia para alcanzar la extinción de un pueblo.

Mientras usted y yo pasamos la página de la indiferencia, 121 rostros de las Ahmed y las Arub ya no hacen parte de este planeta, porque le faltaron segundos para refugiarse entre los escombros de su propia patria.

UTlcelemin@ut.edu.co

Credito
LIBARDO VARGAS CELEMÍN

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