Las aguas mansas de la paz

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No se requiere ser un avezado politólogo -o mejor, violentólogo a la colombiana- para observar que el proceso de paz adelantado en La Habana recorre por estos días el más espinoso trecho que ha transitado desde sus inicios. Y más grave aún: lo transita -comparativamente hablando- en época de aguas mansas, a pesar de condenables hechos de violencia por parte de las Farc, que presagian fuertes temporadas de aguas bravas, cuando ya Dios, conforme a centenario adagio popular, ha cumplido el papel de liberar de este tipo de finales tempestades a sus devotos pacifistas colombianos.

Lo preocupante de la coyuntura -como dirían viejos marxistas- radica en que el factor político -en los diálogos de La Habana- adquiere definitoria relevancia institucional, más que lo bélico armado, aunque este último factor puede aparecer como el determinante. Palabras más palabras menos, Santos ya fue reelegido, la clase política está incrustada en el poder, las élites económicas esperan buenos dividendos, a la selección Colombia le fue súper bien, o sea La Habana, sin querer queriendo, está bajo una nueva dinámica, esta vez, bajo la iniciativa prevalente del presidente Santos.

Y ahí, radica parte de la encrucijada. Algunos analistas consideran que ya reelegido, Santos -con su impredecible astucia política- puede condicionar, sin afanes, a su estrategia personal la dinámica de las negociaciones en La Habana. Otros comentaristas más radicales hasta imaginan que Santos puede aplazar o terminar el proceso a partir de la condena de un hecho de violencia atribuido a las Farc. Y, la inmensa mayoría democrática del país -como se reflejó electoralmente- apuesta a la salida pronta y victoriosa de los diálogos de paz.

Lo preocupante de este momento histórico radica en que las mayorías democráticas aliadas en la propuesta de una salida negociada del conflicto no cuentan con instancias sociales y políticas o institucionales eficientes, en las que puedan aportar en el avance del proceso. Ya votaron, y punto.

Contrario sensu, los enemigos del proceso de paz están políticamente en su mejor momento: las tendencias de las Farc enemigas del proceso, para persistir en sus operativos que deslegitimen las negociaciones, y la extrema derecha militarista, de pronto calculando un magnicidio que haría volar en pedazos los resultados hasta ahora alcanzados.

De ahí que persistir en la continuación y el avance del diálogo de paz, no levantarse de la mesa y alcanzar un cese bilateral de hostilidades constituyen avances que apuntan a consolidar la paz en el futuro y no profundizar la guerra en el presente, teniendo en cuenta, para este caso concreto, las orientaciones y presiones de la sabiduría milenaria de Séneca, para quien el pasado era cierto, el presente, brevísimo, y el futuro, dudoso.

Credito
CAMILO A. GONZÁLEZ PACHECO

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