Loor a los abuelos

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No va a tener la profusa publicidad y seductor derroche del Día de la Secretaria, ni los excesos gastronómicos del Día del Padre; la cuestión es que por estos días dizque hay una jornada dedicada a expresar gratitud a los abuelos. Con lo contagioso que es el Alzheimer, es probable que muchos quieran pasar agachados para no celebrar con decoro la tan poco divulgada pero justa celebración.

Y es que los antes venerados abuelos se convirtieron, en el mundo de hoy, en un estorbo -salvo ejemplares excepciones- y, si además tienen alguna discapacidad, surge el piadoso afán de recluirlos en un melancólico ‘hogar’ geriátrico, donde pasarán sus últimos nebulosos años, mirando al vacío.

La suicida explosión demográfica nos privó de un privilegio que sí tuvieron generaciones anteriores, la denominada ‘familia nuclear’ (no es la serie de TV de los 70’s del astronauta biónico). Era la gran casona o el vecindario donde convivía una numerosa familia: abuelos, padres, hijos, nietos, tíos, atentos todos al cuidado y crianza de las proles, y a compartir las cotidianas penas y alegrías. El grupo, para purificar tensiones acumuladas, cumplía el rito anual de sacarse los cueros al sol en las cenas decembrinas.

En estos núcleos familiares no apuraba que los abuelos se fueran y, cuando les llegaba la hora, alimentaban su bien morir con cucharaditas de leche materna, rodeados del genuino afecto y respeto de todos. Pero en los hogares modernos conformados por tus hijos, mis hijos, nuestros hijos, los abuelos son parientes distantes y, si tienen patrimonio, simples opciones de liquidez económica a corto plazo, ¡que a veces duran mucho!

Tiempos mágicos aquellos cuando se reconocía a los abuelos como portadores de sabiduría y custodios de fascinantes tradiciones orales, que compartían con los niños. Pero, ¿qué papel juegan ahora, si cualquier interrogante lo responde Wikipedia? Épocas juiciosas cuando los abuelos dirigían la tribu y los jóvenes aprendían. Hoy, no ser viejo es un requisito para gobernar, y miren el asador universal en que estamos.

La vejez tiene sus miserias, pero también su grandeza, y siempre será positivo vincular a los abuelos a la crianza y guía de los nietos, porque algún buen consejo surgirá, para entender el mundo, de la reflexión al final de sus vidas de todos los errores que cometieron (la tal llamada experiencia).

Laboriosos abuelos que buscaron que sus hijos y nietos fueran mejores que ellos en virtudes y conocimientos, son seres admirables que no deben tratarse como objetos desechables; quienes lidiaron con arrebatadoras pasiones en la vida y ahora sus vicios son el café, agüitas de sen y pomadas antirreumáticas merecen simpatía. Los abuelos, incapaces ya de dar mal ejemplo, sólo pueden dar buenas lecciones. Son confiables.

Algún toque celestial deben tener los frágiles abuelos, que la ciencia, que califica la vejez como enfermedad, hace todo lo posible por prolongársela

Credito
POLIDORO VILLA HERNÁNDEZ

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