Futuro sombrío

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El Papa Francisco, y yo, estamos preocupados. Y eso ya es mucho decir. El Pontífice, el primero con los pies sobre la tierra, dijo que hoy puede hablarse de una tercera guerra mundial “combatida por partes”, “locura” instigada por intereses ideológicos espurios y por “la avaricia, intolerancia y la codicia de dinero y de poder” y por una industria armamentística cuyo corazón está “corrompido” por “especular con la guerra”.

Es dable pensar que Colombia, con su fratricida conflicto sesentón, casa en esas “partes” aludidas por el personaje. Lo cierto es que expresiones y situaciones descritas, y el recordar a Caín, asesino sin remordimientos de su hermano, coinciden con protagonistas y sucesos cotidianos de nuestro país.

El Papa no es efectista, nunca supone una conflagración nuclear, pero lo cierto es que en este proliferar de guerras en el planeta se incuba esa atroz posibilidad. Aunque la fallida profecía Maya del 12/12 nos dejó con los crespos hechos, y sin querer inquietar su domingo, hay otros vaticinios que hacen ver el futuro poco bonito: Profecías Hopi, y videntes y síquicos muy acertados, como Baba Vanga y Edgar Cayce, hace muchas décadas predijeron que el cuadragésimo cuarto presidente de USA sería negro, sería el último, y apretaría el gatillo nuclear, en un país al borde del derrumbe y como una manera de acabar con la crisis.

La sobrepoblación hace que el hombre se comporte como plaga voraz de langostas que consume en exceso los recursos planetarios, estimula las guerras, asesina por territorio y agua, y acelera una catástrofe que inevitablemente hará desparecer el mundo como hoy lo conocemos.

En un Nuevo Orden Mundial, los privilegiados -siempre los habrá-, sacarán provecho del Armagedón. Ya se especula sobre un proyecto que considera el ‘genocidio controlado’ como opción ineludible para reducir la población humana de siete mil millones a 500 millones, para evitar la expansión del caos al agotarse los recursos del planeta.

Y como en nombre de la ciencia todo es posible, se habla de un virus vivo creado en laboratorio para el ‘control de la población’ que será aplicado como una vacuna; otra toxina mortífera, la mezcla del virus de la gripe aviar con el de la influenza humana, se dice la tienen los chinos como arma biológica. Si la desaparición de la especie se quiere aséptica, quedan las 30 mil ojivas atómicas -hay quien dice que son 135 mil-, para evaporarnos de este hermoso planeta donde fuimos creados “a imagen y semejanza de Dios”.

Los pocos humildes que hereden la tierra sobrevivirán en una escombrera y tendrán su IV guerra mundial, como predijo Einstein, con piedras y palos.

Mantengámonos al día en el pago de impuestos, tan infalibles como la muerte, y estemos preparados para entrar al cielo, donde seguramente encontraremos más de lo mismo.

Credito
POLIDORO VILLA HERNÁNDEZ

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