Que no se repita la historia

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Pese a que de amenazas y crímenes contra la oposición está hecha la historia de nuestro país, pese a que las amenazas y crímenes han sido los métodos predilectos de quienes no quieren perder ninguno de los privilegios con que han nacido o que han establecido socavando la legalidad, pese a que tantas amenazas y crímenes han terminado creando callo en la conciencia ciudadana, al punto de que una amenaza o un crimen más ya casi que no genera ninguna reacción, las amenazas y crímenes que se están cometiendo por estos días sí deberían generar una especial preocupación.

Ningún espíritu avisado desconoce que la causa determinante del incremento de las acciones guerrilleras sucedidas a partir del final de la década de los 80 fue la aleve masacre militar y paramilitar perpetrada contra la Unión Patriótica, que le puso fin a una sentida esperanza nacional nacida de los acuerdos de La Uribe. Permitir que se repita esa dantesca historia de sangre, dolor y muerte nos haría indignos hasta de haber nacido.

Sin embargo, se sigue repitiendo, y lo más grave: se sigue repitiendo en momentos en que en el país se está encarnando en el sentimiento popular un creciente optimismo en torno a la posibilidad de que Gobierno y guerrilla encuentren la manera de entenderse para que la política se pueda ejercer sin el pavor de las bombas y de los fusiles.

Y se sigue repitiendo de manera selectiva; afectando la dirección misma de las organizaciones sociales y políticas que propugnan por el cambio social.

Las cabecillas del crimen bien saben de los graves traumatismos que pueden causarle al proceso de paz con sus amenazas y, más aún, al materializarlas. Pero eso no les importa. O más bien, sí les importa, pues ese es el propósito de sus cometidos: cerrarle el paso a la paz y a cualquier decisión que altere el ambiente que les ha permitido pelechar a sus anchas, usufructuando incluso buena parte del presupuesto del ministerio de Defensa, cuyo monto es superior al de cualquier otro ministerio y rebasado solo por el de servicio a la deuda.

Durante esta semana se conocieron nuevas amenazas a Piedad Córdoba y a toda la dirección de la Unión Patriótica, incluida su presidenta y excandidata vicepresidencial, Aída Avella, a quien se quiso afectar con un artefacto explosivo que fue dejado a pocos pasos de su residencia. Estos hechos prueban que los enemigos de la paz no descansan, pero son también un reto a la solidaridad con los amenazados y de compromiso para quienes, anhelando una Colombia distinta, queremos poner fin a esta historia de amenazas y muerte.

Credito
RODRIGO LÓPEZ OVIEDO

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