Humanización del conflicto armado

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El pasado 9 de abril, Día Nacional de la Memoria y la Solidaridad con las Víctimas, el coordinador Residente y Humanitario del Sistema de las Naciones Unidas en Colombia, Fabrizio Hochschild, hizo un llamado a todos los actores armados para que “disminuyan el impacto humanitario del conflicto y presten todo su apoyo para ponerle fin lo más rápidamente posible”.

Atender un llamado tan sensible como el mencionado nos serviría no solo para disminuir la temperatura de un conflicto que ha alcanzado una alta intensidad, sino que además elevaría considerablemente el grado de aceptación de los diálogos de La Habana y de los acuerdos a que allí se llegue, y cerraría el paso a quienes no quieren que termine la minita de oro en que se les ha convertido el conflicto.

Disminuir el impacto humanitario del conflicto implica disminuir también su crudeza, y en ello tiene que haber aportes de parte y parte. Decir cuáles pueden ser esos aportes sin tener que asumir ninguno de los compromisos que conllevarían su adopción tal vez no sería muy bien visto, pero algunas veces se necesita correr ese tipo de riesgos. Sin embargo, no iré más allá de recordar dos propuestas, una para cada parte, hechas en varios eventos de discusión sobre la paz.

La primera de ellas, para la comandancia guerrillera, tiene que ver con las minas antipersona. Aunque perder la movilidad, y algunas veces la virilidad, que son las consecuencias más reconocidas de estas minas, son afectaciones menos graves que perder la vida, el destrozo emocional que producen es tan grave que muchas víctimas manifiestan preferible haber perdido la vida.

La segunda está dirigida a las Fuerzas Armadas y tiene que ver con los bombardeos a los campamentos guerrilleros. Las consecuencias que estos producen son mucho más graves que las de las minas antipersona, con el agravante de que algunas veces se hacen susceptibles de ser vistas como inocuas para las guerrillas, dado el ambiente de falsos positivos de que se han rodeado las fuerzas oficiales.

De todas formas, minas y bombas son expresión de un conflicto que tendió murallas tan inexpugnables que han hecho imposible la victoria militar a ambas fuerzas contendientes. Esto hace aún mayor la importancia de que se llegue a unos prontos acuerdos de paz. Y mientras llega la paz, que disminuyan los dolores de su carencia, que se reduzca la intensidad del conflicto y que, ojalá, se acuerde el cese bilateral de fuegos. Un ambiente así será más propicio para que los simpatizantes equivocados de la guerra cambien de bando y entren al torrente de entusiastas constructores de la paz estable y duradera.

Credito
RODRIGO LÓPEZ OVIEDO

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