Conflicto y medioambiente

En la última década del siglo pasado la disolución de la Urss y del comunismo, y con ello el fin de la guerra fría, generó el espejismo de que el ideal kantiano de la paz perpetua era realidad.

Francis Fukuyama (1992) en un arrebato de genialidad y entusiasmo habló del Fin de la historia. Se comenzó a discutir de la guerra como algo anacrónico. Nada más alejado de la realidad. Es verdad que pocas guerras clásicas entre estados ha habido, pero los conflictos armados se han multiplicado por todas partes, solo que con actores y motivaciones diferentes.

El mundo pasó de guerras entre capitalistas y comunistas a otro tipo de confrontaciones bélicas, la mayoría de naturaleza étnica o religiosa. Pero todo parece indicar que en el futuro las guerras se librarán entre desarrollistas y ambientalistas. El secretario de Defensa de EE.UU., Chuck Hagel, en la cumbre de ministros de Defensa de las Américas en Arequipa (Perú) presentó el primer informe del Pentágono sobre los riesgos que representan los desastres ecológicos asociados al cambio climático. Esa amenaza, actúa como factor multiplicador.

Según el informe, las estrategias de seguridad deben incorporar los factores climáticos y las perturbaciones ecológicas, sobre todo en regiones de alto riesgo donde las sequías pueden provocar hambrunas, desplazamientos masivos y crisis de refugiados. De hecho, dice el reporte, la guerra civil siria tiene relación directa con las sequías extremas que provocaron una emigración masiva del campo hacia las ciudades, lo cual creó el caldo de cultivo propicio para la radicalización de jóvenes desempleados y sin futuro.

En Colombia el palo no está para hacer cucharas. Se dice que somos es una potencia hídrica, el problema es que el 50 por ciento de nuestra agua no es utilizable. Y el acceso a ésta comienza a ser una situación conflictiva. Según el ministerio del Medio Ambiente, más de 400 municipios en Colombia, de los mil 120 que existen, tienen vulnerabilidad hídrica en época de bajas lluvias, y el 56 por ciento de las familias en zonas rurales no tiene acceso a agua potable.

La conciencia ambientalista está enfrentando duramente a desarrollistas y ambientalistas. En algunas regiones del país, principalmente en Meta y Casanare, pero también en Antioquia y Tolima, han planteado el falso dilema de “agua o petróleo”, o consignas a todas luces demagógicas como “el agua vale más que el oro”. La pregunta del millón es si las tensiones entre extracción y medioambiente son irresolubles o si pueden encontrar salidas concertadas. Si las partes radicalizan sus posiciones, a extremos que hagan inviable el diálogo, más temprano que tarde los disensos terminaran expresándose de manera violenta. Es un asunto que hay que pararle bolas. Sería patético que no termináramos de salir de un conflicto armado para meternos en otro, o que el que aún tenemos, mutara hacia lo ecológico; algo relativamente imposible gracias al déficit de ética ambiental de las guerrillas, pero todo puede ocurrir. Hace dos décadas alguien dijo que las guerras del futuro serían por el agua. Puede ser que ese futuro ya haya llegado. Quién puede saberlo.

Credito
GUILLERMO PÉREZ FLÓREZ

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