Mirando al magistrado Miranda

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Cuando esta columna circule, habrán aparecido innumerables opiniones criticando al magistrado Miranda por el escándalo generado ‘por actos obscenos’ de su hijo en un vehículo oficial. Eso al menos espero.

Sin embargo, como desde ya he visto decenas de improperios contra el ‘pater familias’ Miranda, incluyendo la posible denuncia que interpondría la Red de Veedurías Ciudadanas, me limitaré básicamente a analizar los hechos.

El principio del problema fue bastante circunstancial y no culpo del todo a ‘los Miranda’. Los actos ‘inapropiados’, adjetivo usado por Bill Clinton en su famoso juicio por el caso Lewinsky’, ocurrieron en el caso bogotano hace 8 días, en la noche del viernes 24 de octubre, en la intimidad de una camioneta blindada de vidrios oscuros de la Corte Suprema de Justicia. Esa noche, el hijo del magistrado Miranda fue sorprendido por las autoridades cuando, al parecer, protagonizaba actos obscenos con su novia.

La ley es dura pero es la ley -dura lex sed lex- dice un conocido aforismo romano, que viene al caso. La verdad es que en esta oportunidad la ley no solo sería dura, sino entrometida y debería revisarse a la luz de los derechos humanos y no de la moral. La vida privada de las personas y las relaciones de pareja deberían respetarse, sean como sean, mientras no afecten a los demás. Y me parece que Miranda ‘junior’, como fueron los hechos, no hacía daño a nadie.

Y se pregunta uno qué es obsceno. Y responde el diccionario RAE: impúdico, torpe, ofensivo al ‘pudor’. Y aclaramos, con la RAE en mano, que ‘pudor’ es: honestidad, modestia, y recato. Queda claro así que hasta el momento en el cual fue abordado, Miranda hijo únicamente podría ser acusado de torpe, pero no más.

Lástima, ‘dura lex sed lex’. En respeto de la ley vigente, la función de los policías que interrumpieron a Miranda, el joven, sí era amonestarlo en la observancia de dicha ley. Pero, nada grave debería haber pasado a Miranda, aun admitiendo un exceso de celo en el cumplimiento de la responsabilidad policial por evitar presuntas ‘obscenidades’.

De ahí en adelante, sin embargo, cuando los policías lo abordaron, Miranda si empezó a mostrar obscenidad. Empezó a ofender la modestia y el recato, y a delatar su falta de honestidad, al descubrirse que utilizaba sin derecho alguno un carro oficial, para actividades privadas.

Pero entiendo bien la reacción social, cargada de insultos, al ver horrorizados a ‘los Miranda’ desnudos. Nada más obsceno, en una democracia, que creerse por encima de la ley y amenazar a la policía cuando exige a un supuesto intocable, como Miranda, que la cumpla. Felicitaciones al pueblo por criticar, que no insultar, y a la policía. Los Miranda ‘no sabían con quien se metían’, cuando se dejaron ver ‘sin calzones’ en público.

Credito
GEORGE WALLIS

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