¿Constituyente?

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Antes del secuestro del General el país debatía las opciones de ratificación de un Acuerdo con las Farc, cuando todavía es bastante incierto que se produzca tal acuerdo y que cesen la violencia, entreguen armas y cumplan los mínimos de verdad, justicia, reparación y garantía de no repetición, que la sociedad exigiría para refrendarles lo que hoy el Gobierno negocia: el derecho a legitimar su lucha armada con todas sus aberraciones delincuenciales y terroristas, y a incorporar sus postulados marxistas en el ordenamiento económico y social, con el campo como cabeza de puente para esa pretendida toma del poder que no pudieron alcanzar por las armas.

Aunque –corrijo–, es con las armas que están logrando su objetivo, disparándolas todos los días en todos los rincones del país, y también amenazantes bajo la mesa. Ahora mismo hacen su tarea de sentar al Gobierno a conversar de cese bilateral una vez devuelvan al General Alzate, pues con bastante descaro y arrogancia han dejado saber que es la única manera de garantizar que no vuelva a suceder. ¿Eso no es extorsivo?

Pero al margen de la coyuntura, el problema de fondo son los mecanismos de refrendación en el caso eventual de un Acuerdo, siempre después de la entrega de armas como condición irrenunciable, que la sociedad exige y el Gobierno ha reiterado como sine qua non.

Al Gobierno no le sirve la consulta, pues su alcance indicativo no tiene capacidad vinculante para sellar los Acuerdos. Sus resultados tendrían que ir al Legislativo y allí se les podrían desbaratar al Gobierno y a las Farc. A mí tampoco me gusta la consulta, pues tras dos años con las Farc pretendiendo colegislar en La Habana, es demasiado pasar por el proceso de consulta y una etapa legislativa formal en la que, además, las posiciones ideológicas y los intereses de los parlamentarios podrían romper la Unidad Nacional, pues ya no se trata de leyes ordinarias sino del desmonte de un statu quo para acomodarlo a los acuerdos alcanzados con las Farc.

El referendo es la carta del Gobierno, que logró la posibilidad de unirlo a un proceso electoral, si el tiempo se lo permite, lo cual ahorra costos, por supuesto, aunque el asunto no es de economía, sino de oportunismo, para captar en favor de “la paz” la voluntad de los votantes.

En el referendo, como en la consulta, persiste el riesgo señalado por el expresidente Uribe, del “salto emocional” que afecte el discernimiento ciudadano, aunque en menor medida, porque las preguntas deberán referirse a modificaciones legales precisas. Preocupa más la tendencia a empaquetar temas e inducir respuestas, en la problemática rural principalmente, desconocida e indiferente para la gran mayoría urbana que solo quiere votar por la paz a secas.

Las Farc insisten en la Constituyente, a mi juicio, un escenario más pluralista, por lo cual le apostarán a exigir una conformación desequilibrada a su favor, al estilo del Foro Agrícola de 2012. Pero en condiciones normales, así la izquierda destape sus afectos y logre alianzas con sectores liberales de centro-izquierda, las demás corrientes políticas harán lo suyo y propiciarán debates con resultados inciertos pero democráticos.

Limitada temáticamente, una Constituyente garantiza una participación más diversa y con menor injerencia gubernamental, máxime si se complementa con la iniciativa del Procurador, de generar un espacio de debate ciudadano para llegar a consensos mínimos sobre los acuerdos.

En fin. A mí empieza a gustarme la Constituyente.

Nota bene. El país no traga entero. En taxis y cocteles se pregunta qué hay detrás de las extrañas circunstancias del secuestro del general.

Credito
JOSÉ FÉLIX LAFAURIE RIVERA

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