México primitivo

La vida de César Darío Gómez Contreras estuvo sustraída de prejuicios y de embelecos banales, ante todo.

La puso en la vertiente del conocimiento y a partir de allí forjó proyectos, trazó metas, definió objetivos, consolidó paradigmas y articuló sus sueños a una realidad existencial comprobable. No lo sedujeron el sectarismo partidista tradicional ni el dogmatismo de ropaje religioso. Prefirió el pensamiento racional, irrigado por los principios de libertad y el derecho. De allí su talante democrático y su resistencia a cualquier forma de opresión, como lo expresaba en conversaciones corrientes, foros, tertulias, cátedra, discurso o columna de opinión.

Antes de llegar a Cúcuta conocí a César Darío Gómez, en los años 50 del siglo XX, en Bogotá. Con él coincidimos en la misma pensión, ubicada en la zona donde estaba ubicada la sede de la Universidad

Libre, en la cual cursaba el primer año de derecho. Formamos con otros amigos una comunidad animada por los ideales juveniles, en una etapa de agitación a la que convergían los hechos generados por el gobierno militarista del general Gustavo Rojas Pinilla, las manifestaciones de sus opositores, las nuevas corrientes de pensamiento provenientes de distintos núcleos ideológicos renovadores y la búsqueda de cambios por encima de los patrones y alambradas del establecimiento. Era animado el intercambio de opiniones.

Intervenían César Darío Gómez, Federico Clarkson, Ángela Góngora, Nydia Tobón y muchos otros estudiantes de diferentes regiones del país. Habíamos llegado del Valle, de la costa Caribe, de Norte de Santander y de otros departamentos, sin conocernos previamente. Era una especie de primavera ideológica, que también contaba con el estímulo de profesores como Diego Luis Córdoba, Luis Villar Borda, Gustavo Vasco, Juan Francisco Mujica, Diego Montaña Cuéllar, Gerardo Molina, Germán Zea Hernández, Monseñor Felipe Álvarez Lleras, por citar algunos.

El grupo de estudiantes del cual hacia parte César Darío Gómez dedicaba tiempo a la nueva literatura y el cine. Era opuesto a las dictaduras que estaban en auge en América Latina. Se unía a las protestas políticas contra el régimen imperante en Colombia y tenía la buena poesía como uno de sus deleites habituales. Todo eso creaba una militancia de unión y de esperanza en la perspectiva de un futuro de libertades y de oportunidades que le abrieran espacio a la democracia.

César Darío Gómez mantuvo ese espíritu de oposición a cualquier forma de opresión. Y en esa línea se mantuvo, sin alardes fantasiosos y sin resquebrajamiento de sus convicciones. Su muerte no debe llevar a olvido alguno sino a la preservación de ese legado.

Puntada

El episodio del secuestro de un General de las Fuerzas Armadas de Colombia por parte de las Farc no puede convertirse en la chispa que atice un incendio contra las negociaciones de paz que se adelantan en La Habana tendientes a ponerle punto final al conflicto armado. Hay como superar el incidente y eso es lo que importa.

Credito
RUDOLF HOMMES

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