Caricias que matan

El martes 25 de noviembre, Día Internacional de la No Violencia contra la Mujer, repasemos con sentido crítico un par de versos de una de nuestras guabinas más tradicionales:

“Mi chatica es buena moza, sólo un defecto le hallé, /no tiene los ojos negros pero yo se los pondré”, texto que sugiere que en tiempos de los sensitivos compositores ya se aplicaba con mano firme a la pareja la terneza del ‘Porque te quiero, ti ’porrio’.

Sicólogos y sociólogos deben saber qué tanto anida en la conciencia colectiva este machista comportamiento, alebrestado por la música y la paremia popular, que ha propiciado que la violencia contra las mujeres se propague como epidemia y sea noticia diaria.

Porque si damos por cierta la imagen del troglodita de garrote al hombro que agarrada por el pelo arrastra su pareja hacia la caverna, hemos retrocedido, y lo único que ha evolucionado son las estadísticas: El 70 por ciento de las mujeres sufre algún tipo de violencia en un momento de su vida; la muerte, mutilación, esclavitud, prostitución, servidumbre, el reclutamiento forzado, afecta anualmente a miles de mujeres y la atención por las agresiones tiene costo significativo en los servicios médicos del país.

Y el daño colateral que la violencia intrafamiliar causa entre los niños –que en lugar de salir a recibir dichosos al papá corren a esconderse debajo de la cama-, aporta al futuro generaciones de resentidos sociales.

Admitámoslo: en ocasiones, actitudes rudas hacia las mujeres salen de sus mismas congéneres. Las palabras pelar, despellejar y descuerar, parecen invención femenina para la amiga del alma que acaba de comprarse un policromo vestido, que en la óptica de sus íntimas: ‘Miren, parece camuflado guerrillero...’

Sin querer ser oportunista, insinúo: debería también instituirse el Día de No Violencia para los Hombres. Porque por cada nueve mujeres que denuncian ser víctimas de agresión por su pareja, solo un hombre reporta lo mismo. Pero estadísticas extraoficiales indican que la violencia conyugal es muy parecida. El hecho es que los varones no denuncian por temor al ridículo ante sus amigotes: ‘A Chucho le pega la mujer’. ¡Vergonzoso! Pero hay mujeres bravías, y no hay nada que llegue más a lo profundo del corazón, que un tacón aguja de 12 centímetros empuñado por una fémina violenta.

En el crisol de nuestra nación se mezclaron diversos pueblos y culturas que nos legaron unas conductas refinadas y otras bárbaras en las relaciones intrafamiliares.

De la España rústica llegó la degradante: “A la mujer y la burra, cada día una zurra”; de los misóginos árabes, la injuriosa: “Cuando llegues a tu casa, pégale a tu mujer, si tú no sabes por qué, ella sí”. Evitemos validar la opinión femenina que dice que la conducta machista del 99 por ciento de los hombres colombianos, le da una mala reputación al resto. No más comportamientos violentos.

Credito
POLIDORO VILLA HERNÁNDEZ

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