La hora de Ibagué

Guillermo Pérez Flórez

Durante muchos años la capital del Tolima pagó grandes costes por su cercanía a Bogotá. No podía competir con ésta en la oferta de bienes y servicios, y por ello perdía capital humano. Si se quería estudiar, trabajar o tener oportunidades de realizar un proyecto de vida particular había que irse a Bogotá, y esa pérdida terminaba por retroalimentar la crisis de liderazgo local.

En otras palabras: la oferta de bienes y servicios era pobre porque quienes estaban en capacidad de agregarle valor se iban, y se iban porque dicha oferta no satisfacía sus aspiraciones. Un círculo vicioso.

Pero no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista. El proceso se está invirtiendo. Hoy Bogotá es una tragedia, a pesar de que continúa ofreciendo oportunidades lo hace a unos costes en calidad de vida excesivamente altos. En cambio, Ibagué comienza a configurar una oferta de opciones interesantes y con calidad de vida, y es entonces cuando la cercanía a la capital de la república se vuelve una oportunidad y deja de ser una amenaza, o un problema como hasta ahora.

Ibagué tiene mejores condiciones climáticas que Tunja y Villavicencio, que son las otras dos capitales de departamento más cercanas a Bogotá. La una muy fría y la otra muy caliente. Y esto hay que aprovecharlo de la mejor manera posible. Tener casi ocho millones de personas a dos horas y media es una verdadera lotería, si se sabe administrar. Desde el punto de vista empresarial permite ampliar el mercado como nunca antes, es muy amplia la demanda bogotana que se puede atender desde Ibagué, de manera competitiva. Es cuestión de saber gestionar la oferta.

El desarrollo inmobiliario de Ibagué está mostrando las inmensas potencialidades de la ciudad. El problema es el retraso en infraestructura, bienes y servicios públicos, que no se corresponde con el desarrollo privado. Se necesitan nuevas vías y mejoramiento del sistema de transporte, Ibagué comienza a tener graves problemas de movilidad que pueden echar por tierra la ventaja comparativa que hoy tiene con Bogotá. Si su calidad de vida es igual de mala a la de la capital (en trancones e inseguridad) pues entonces es preferible la capital. Así de simple.

En tales circunstancias Ibagué requiere un proceso de regeneración política, para que la administración pública deje de ser un botín de politicastros, y se convierta en un dinamizador del desarrollo económico y social. Para ello es necesario derrotar la politiquería, la corrupción y la mediocridad, que significan altos costos en las cuentas públicas y privadas. La crisis de Bogotá constituye la gran oportunidad para Ibagué, inclusive como ciudad región. No hay la menor duda.

Se debe recuperar capital humano que contribuya a potenciar el desarrollo local y regional, la ciudad musical padece una aguda crisis de liderazgo y de virtudes cívicas, indispensables para hacerla más incluyente, humana, justa y generadora de oportunidades; de esta forma se podría pasar de un círculo vicioso a un círculo virtuoso. La pregunta es: ¿dejarán pasar los ibaguereños esta oportunidad? En octubre se sabrá.

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