Cuestión de supervivencia

Polidoro Villa Hernández

Como el embarazo de la joven de ‘familia bien’, de quién sus papás dicen fue engañada (¿?) por el atlético pero humilde instructor de tenis -seguramente entre volea y smash-, hay hechos que suscitan congoja o vergüenza y los involucrados le bajan el perfil para que los demás no sepan ni se angustien con lo que está gestándose.

Por ejemplo, no hubo primeras páginas de prensa el 22 de abril que destacaran con fuerza la celebración del Día Internacional de la Madre Tierra, proveedora y protectora, fuente de vida y fertilidad, y que develaran la pésima calidad ambiental en que viven los colombianos, peor cada día, por la contaminación del aire, el agua y el verde del Planeta Azul. La exigua Información se redujo a consejitos light que nadie procesa.

Esta conmemoración debería ser diaria. Además de actividades lúdicas que sensibilizaran a los párvulos sobre la cultura del reciclaje y manejo de basuras, sería ilustrativo que colegios y universidades llevarán a sus alumnos, al menos un par de veces al año, a los eufemísticamente llamados ‘rellenos sanitarios’. Allí, sus sentidos percibirían la visión y descomposición de las crecientes montañas de basura que cada uno aporta al mundo donde nació y donde crecerán sus hijos y nietos. Y para enseñarles que podría ser menor el volumen, si sólo compráramos lo que fuéramos a consumir y descartáramos lo innecesario.

Algún astronauta dijo que desde su nave en el espacio nos veíamos como si fuéramos indígenas. ¡Ojalá! La espiritualidad de los indios los inclinaba a respetar flora y fauna y a adorar al sol, la lluvia, el bosque, deidades dispensadoras de la fecundidad de la tierra, y a ellos dedicaban ofrendas para agradecer las cosechas.

Ojalá las culturas hubieran evolucionado reverenciando a un único dios: La Naturaleza. Amaríamos hasta el más pequeño ser vivo –incluido nuestro prójimo- y no estaríamos hablando de extinción de especies. Las religiones nos sojuzgaron con el temor y nos escamotearon la comunión con el mundo natural.

La visión de Gandhi sigue vigente: “Hay suficiente en la Tierra para las necesidades de todos, pero no suficiente para satisfacer la avaricia de todos”.

Ningún país o individuo quiere renunciar a la carrera hacia el abismo del crecimiento económico que significa consumir, fabricar y explotar cosas innecesarias para vivir, el oro, por ejemplo, así ello signifique arrasar las selvas que no aguantarán la inmisericorde depredación.

Con cada vez más bocas que alimentar, más viviendas por construir, más superficies que encementar, más botaderos de basura que improvisar –sólo se recicla un 10% de los desechos-, y con los cambios climáticos que distorsionan lluvias, temperatura y agudizan desastres, el futuro no pinta grato.

Poco importa si a mediano plazo el hielo del ártico solo alcanza para una limonada ó si agonizan los mares-basurero, por fortuna para nosotros, ya llegan las redentoras elecciones.

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