Ahora sí tampoco se pudo

Benhur Sánchez Suárez

Cuando en semanas anteriores vi las manifestaciones impresionantes de los maestros exigiendo sus derechos y el mejoramiento de la educación, pensé para mis adentros ahora sí la huelga va a lograr la reivindicación del magisterio como integrante del engranaje social del país.

No va a ser como la de todos los años, a las que ya estamos acostumbrados. Había firmeza, respaldo popular y una fuerza incontenible que auguraba mejores frutos.

Sin embargo, cuando decidieron levantarla, corrió por la espina dorsal del país el descontento por un arreglo pírrico, entreguista, el olvido del mejoramiento de la educación y una nivelación social que se escapaba en unos pocos privilegios para unos cuantos dirigentes, olvidados de la tiza y de su vocación de maestros.

No se logró mucho porque continúan los maestros desnivelados, mal pagos, calificados de ignorantes por el propio ministerio, carentes de lecturas y de educación continuada.

Parece ser que de nuevo las mayorías han sido engañadas y utilizadas por un sindicalismo tan corrupto como el resto de instituciones colectivas del país.

Pero esto no es nuevo. Recuerdo que cuando me inauguré como maestro en Bogotá me recibió el magisterio capitalino con una huelga. Era la década de los años sesenta.

Como en todo lo que hago puse todo mi empeño, lideré una de las zonas en que se dividía el Distrito Especial, aglutiné padres y estudiantes alrededor de nuestro movimiento.

Cuando se dio la orden de levantar el paro entendimos que los negociadores habían logrado su arreglo, que vendieron el movimiento, no tuve cara para reunir padres y alumnos para decirles que todo había quedado en un aumento salarial, que no habría mejor escuela ni restaurante para los chicos.

Desde entonces la lucha por la educación se ha limitado a una lucha estomacal, no se plantean ideas sino una mendicante solicitud salarial y a ello se debe en gran parte el desprestigio que el maestro tiene como ser actuante en la sociedad, vital en la conformación del horizonte espiritual de la nación.

Siento que la historia se repite. He revivido esas luchas de hace casi cincuenta años.

Se burlaron tanto de la ministra del ramo para darse ínfulas de dominio y poder que al final la que terminó sonriendo fue ella. Y así, parodiando las burlas más populares en las redes, entre las propuestas del gobierno y el pedido del sindicato, ganó el promedio.

Cuando yo pensaba que ahora sí… pues tampoco se pudo. Difícil creerles a unos dirigentes que abandonan el verdadero sentido de su fuerza y se acomodan a las circunstancias de un gobierno para quien la educación no es importante, así pregone que quiere hacer de Colombia en más educado de nuestro continente.

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