Polémica imperial

libardo Vargas Celemin

Varias y desde distintos enfoques son las razones que me llevan a rechazar la parafernalia que se monta, no solo en el país, sino en el mundo entero con los reinados de belleza. En mis años juveniles pasé del ingenuo alegato de la explotación del cuerpo de la mujer, hasta el discurso sobre los intereses económicos en juego en cada certamen y terminé por homogeneizarlas a todas en la categoría de “cabellos largos e ideas cortas”.

Sin embargo, como toda generalización es perversa, unas pocas reinas se salvan de esta clasificación, tal es el caso de Paulina Vega, nuestra Miss Universo, que esta semana dio muestras de tener ideas claras y, en un acto poco usual, desafió con mucha altura a Donald Trump, magnate de la construcción, los casinos, las comunicaciones y las aerolíneas norteamericanas.

“Encuentro los comentarios del señor Trump injustos e hirientes. Como colombiana y como Miss Universo quiero mostrar mi apoyo y avalar los sentimientos de la comunidad Latina”, expresó en una cuenta de la redes sociales la colombiana que toma distancia del copropietario del concurso.

Este personaje en un acto de soberbia solo atinó a decirle que era hipócrita porque lo criticaba, pero no renunciaba a la corona.

Aunque los medios hayan banalizado esta polémica, se trata de un hecho más que farandulero, de una actitud política que pretende capturar votos de los indecisos, acudiendo a los “chivos expiatorios”, esta vez los mexicanos que representan a toda Latinoamérica y de quien Trump afirmó que “traen drogas, crimen, son violadores y, supongo que algunos son buenas personas”.

Este discurso de exclusión social contra los migrantes mexicanos fue más allá y Trump propuso levantar un muro que separe las fronteras entre los dos países, en una actitud de abierto rechazo a hombres y mujeres que, con un inmenso sacrificio han puesto su trabajo al servicio de la construcción de una sociedad plural que ahora reniega de ellos.

Este sentimiento contra los pueblos que siguen siendo subyugados por el imperio con la práctica de una hegemonía en todos los campos, es propio del Partido Republicano que comprende que los latinos en los Estados Unidos se han convertido en una fuerza importante y que, como las mayorías de migrantes son demócratas, lo cual hace necesario que se enarbolen las banderas del racismo para ganar algunos votos entre la población más reaccionaria del imperio norteamericano.

Sería interesante que esas mujeres hermosas, de sonrisas permanentes, abandonen por unos instantes sus maquillajes, desfiles y cirugías plásticas, y sigan generando un frente común para decirle a este trepador de Trump que ellas no están dispuestas a vender su conciencia y que lucharán por la dignidad del pueblo latinoamericano.

lcelemin@ut.edu.co

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