Sombras

Sombras importantes han cobijado este año a importantes regiones de Colombia, pero hace falta que acaricien –ojalá muy pronto- al Tolima. Sombras envueltas en cartas. Sombras atadas a la tierra. Para Antioquia con la producción cinematográfica de los Abad sobre el patriarca Héctor, asesinado en plena calle de Medellín, por el delito de defensa de los Derechos Humanos.

Y para el Valle del Cauca, quizás con la mejor cinta colombiana hasta la fecha, de Director César Acevedo, con magia cinematográfica impresionante, con actores naturales, casi todo el tiempo encerrados en un oscuro cuarto lleno de soledad y miseria, muestran el paso de los inmensos cultivos de caña que acabaron con el paisaje bello y tradicional, pero también con la salud de muchos obreros en esas tortuosas faenas laborales. 

A la larga, las dos importantes sombras cinematográficas, tienen de fondo los Derechos Humanos como explicación final de la trama: la defensa de los mismos por un lado, y la necesidad de la garantía efectiva y real de los derechos a la salud, el empleo, la educación y la vivienda por el otro.

Algo semejante ha ocurrido muchas veces en nuestro Tolima, pero aún no ha sido escrito ni llevado a la pantalla grande. Ojalá llegué, y llegué pronto. En el Tolima, un médico también inmensamente humanitario como Héctor Abad Gómez, fue asesinado en Ibagué, en su consultorio, en las Urgencias de la Avenida 15 con carrera Sexta, cuando un sicario entró supuestamente como paciente y le descargó al médico Gabriel Anchique Bernal una ráfaga de disparos que acabaron de inmediato con su vida. 

En otro lugar bien distante del Tolima, más concretamente en Ataco, un dirigente popular que avizoró la tragedia de la explotación del oro en el Río Saldaña, organizó y fundó una sociedad de defensores del río y de los recursos naturales, y fue asesinado por un sicario –al igual que Gabriel Anchique- en un café del pueblo al lado de una mesa de billar. Su nombre: Benjamín Sotelo. 

Son sombras silenciosas, desconocidas, olvidadas que desde el infinito miran al Tolima, y con quienes los tolimenses aún tienen la obligación de verdad, reparación con ellos, sus familias y entorno, por estas horas en que los colombianos necesitamos con urgencia recorrer caminos de paz y convivencia. Suenan también los nombres de José Zuluaga –también en Ataco- Wenceslao Lozano en Coyaima, para hablar nada más que de pocos mártires (pertenecían al Movimiento Amplio y Democrático) de la democracia en el Tolima que incluyen indígenas, campesinos y líderes políticos de la izquierda democrática.

Falta entonces, escribir una parte de la historia desde el Tolima: desde aquí, de ayer y de ahora, parados en nuestra propia realidad regional. Los habitantes de Antioquia y del Valle, pueden con la “Carta a una sombra” y la “Tierra y la Sombra” palpar mejor sus raíces, a efecto de diagramar con mayor esperanza un futuro mejor para sus nuevas generaciones. El Tolima también se merece una de esas sombras.

Credito
CAMILO A. GONZÁLEZ PACHECO

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